Diario de León
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Don Vidal, el de Azadinos

Estoy convencido de que si estas líneas constituyeran una denuncia documentada y testifical de hechos reales o no tanto, pero que se refirieran a un cura acusado de pederastia, abuso de menores, maltrato o cosas parecidas, seguramente tendrían más eco, más éxito y casi seguro que saldrían en las noticias de más de un medio de comunicación. Pero no es el caso; les advierto desde ahora que voy a hablar, con conocimiento de causa, eso sí, de un buen cura y de un cura bueno, tal y como dijo el pasado día 28 de agosto el presidente de la junta vecinal de Azadinos, con motivo del merecido homenaje que le tributó este pueblo en ocasión de los cincuenta años de párroco del mismo, al que se sumó la concesión, por parte del Ayuntamiento de Sariegos, de una calle con su nombre, en votación unánime del pleno municipal del pasado 24 de abril, si la memoria no me falla. Un acto sencillo y emotivo, con un templo parroquial repleto de gente, un sinfín de reconocimientos a la persona de don Vidal Fernández Vega y un cura emocionado y sereno, que «echaba» la culpa de sus posibles méritos a un joven de Galilea, que pasó también haciendo el bien y que ha sido el modelo y el referente de la vida de millones de cristianos: Nuestro Señor Jesucristo.

En tiempos en los que parece que no corren buenos aires para los eclesiásticos, un día más se hace un homenaje a un cura, a un hombre bueno y sencillo, con las virtudes y defectos de todo ser humano, pero que ha sabido entregar lo mejor de su vida por sus feligreses y que ha prometido regalarles generosamente lo que le quede de vida y de fuerzas. Nos decía que lo ha intentado y lo seguirá intentando desde tres sencillas claves: conocer, querer y rezar. Tres verbos que no valen sólo para don Vidal, valen para cualquiera de nosotros, sacerdotes o laicos: conocer a los demás con estilo evangélico, querer a todos a imagen del Señor Jesús y rezar por todos, amigos y no tanto, a imitación de Cristo.

Repito, una vez más, que esto seguro que no es noticia y, sin miedo a equivocarme mucho, creo que es lo normal entre los miles de curas que hay en el mundo: darse sin grandes alardes a los demás y a fondo perdido. Y lo que se hace noticia, a bombo y platillo, son precisamente las excepciones. De todos modos, no conviene perder la perspectiva de que, tarde o temprano, sólo lo bueno y el bien permanecen. En estos días celebramos el centenario de la Madre Teresa de Calcuta, mujer que ha hecho un bien inmenso a este mundo y que, como D. Vidal y tantos otros, su mayor título y honra era ser hija de Dios y miembro de su Iglesia.

Gracias, don Vidal, porque has querido y sabido ser mensajero de paz y de consuelo, sembrando gotas de Evangelio en todos los acontecimientos de Azadinos, Sariegos y Lorenzana, los fáciles y los difíciles, como te decían en el Homenaje. No creo que sea fácil permanecer tantos años, porque así le lo ha pedido la Iglesia, en el mismo sitio y querer y ser querido con tanta fuerza, vitalidad y frescura. Gracias porque también te he visto siempre confiando en las personas, escuchando y respetando siempre todas las opiniones, especialmente las de tus hermanos sacerdotes. Porque esa es otra de tus virtudes: el confiar y valorar a los demás, el hacer laborioso y el dar cancha a todos, el ver lo bueno que tienen los demás. Que Dios te sepa pagar, como sólo Él sabe y ya en esta vida, tanto desvelo, esfuerzo y trabajo, te ayude a seguir muchos más años con tus gentes y te llene un día de gloria en tu presencia con todos los santos pastores.

Juan Carlos Fernández Menes. Párroco de Trobajo del Cerecedo

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