Épica

Fronterizos | miguel Á. varela

En Chile hay 33 mineros sepultados en un hueco oscuro y húmedo a 700 metros de profundidad. Se tardó más de dos semanas en difundir la noticia del drama y los cálculos más optimistas sostienen que las víctimas no podrán ser rescatadas antes de tres o cuatro meses. La mina era una reconocida trampa mortal a la que bajaban hombres desesperados acuciados por la necesidad y la compleja operación de rescate se ha convertido en un alarde exhibicionista que compendia miserias humanas, sociales y políticas y que hace recordar aquella corrosiva película de Billy Wilder titulada El gran carnaval .

En las cuencas carboníferas de esta comunidad hay trabajadores que llevan dos meses sin cobrar, hay empresarios que son maestros en ejercer presión a través del impago de nóminas y hay un sector que lleva un cuarto de siglo de agonía y se debate entre argumentos medioambientales, normativas europeas, planes de reconversión escasamente aprovechados, peregrinas políticas energéticas, inyecciones de dinero aplicado a la paz social de hoy más que a la generación de alternativas para mañana, y leyes del mercado usadas al gusto del momento. Todos saben en las cuencas que la situación del carbón es agónica pero se sigue luchando para retrasar la fecha de caducidad, buscando en ese alargamiento el milagro científico o el cambio en ignotos arcanos geopolíticos que favorezcan mejores tiempos para el abundante mineral que aún queda en el subsuelo español. En Chile hay 33 mineros atrapados que morirán o serán rescatados a la luz de los focos del trámite mediático. En las carreteras de León hay trabajadores que repiten con gesto cansado las viejas rutinas de la presión minera y alarman las portadas de los diarios. Ambos hechos son fragmentos de una antigua fotografía amarilla de la épica del carbón.