La última gota

El rincón | manuel alcántara

Así como la Iglesia católica tiene los siglos contados, el sistema de pensiones le queda mucho menos tiempo. El déficit afecta ya a siete comunidades y el Gobierno se muestra partidario de que los españoles se jubilen a los 67 años, que todavía no es una edad de esquela pero sí resulta apropiada para disfrutar de un descanso más o menos bien ganado, incluso en algunos casos haciendo trampas en el juego. En épocas relativamente recientes, ya que a ningún contemporáneo le es posible pertenecer a las antiguas, España exhibía los jubilados más jóvenes del mundo libre, del mismo modo que aquel circo célebre mostraba a los enanos más altos. Se establecieron premios en metálicos para los que decidieran irse a su casa y en vez de dar golpe darle la lata a sus respetables señoras. Todo eso ha cambiado y en la actualidad las dos cosas más difíciles son tener un trabajo y poder dejarlo cuando ya no se esté en condiciones de trabajar. La culpa de este trastorno laboral es de las personas mayores, que no tienen la menor idea de cuándo deben morirse, aunque una buena parte hay que achacársela a los avances de la medicina. Ahora se vive más que nunca, aunque mejor sería decir que se dura. Hay personas de más de ochenta y cinco años que cuando fallecen se califican de malogradas por quienes redactan las páginas necrológicas. La ministra de Economía y Hacienda, doña Elena Salgado, a la que Dios le conceda largos años de vida, se empeña en alargar la vida laboral de sus compatriotas. Vejez, divino tesoro para el Tesoro Público. Descubrió el mago Ramón Gómez de la Serna, al revelarnos el universo, que la corona fúnebre y el aro de los primeros juegos infantile s se parecen demasiado. También el hisopo y el sonajero. Exprimirle hasta la última gota de sudor a los mayores no es sólo una falta de previsión sino una falta de respeto.