A doña Humildad Martínez, in memoriam

Al barrio de Abajo, por la calle del Medio a tu casina de Llamas de Rueda voy, el día San Silvestre, en una fría tarde de invierno. Acabas de recoger tus cosas, de decirnos adiós con un suspiro y la llama de tu lumbre restralla el último crujido. Porque la muerte es vida Y, al fin, natural destino En tu larga vida, 91 años, al calor del adobe, sierva de la tierra, sin amo, ni bienes. ¡Cuántas gavillas y morenas! ¡Cuántas lumbres, jijas, sopas y puchero! ¡Cuántas riadas y merinas! ¡Cuántas madrugadas a gamones, urces y moliendas! Tu esposo Vidal y tus hijos: Victor, Visita, Daniel, Ricardo, Aurelio y Vidal, aunque mucho les reburdiabas,te reconocen madre sin igual. A la Virgen, reina y madre, en la Iglesia cantar te prestaba y desde Peñacorada a la Kábila, retumbará, desde el cielo, tu voz, al alba.

Las paleras y viejos negrillos, las matas de robles y pinos de la solana, se inclinaron a tu paso, entre la niebla, camino del cementerio. Aquí te guardamos en barbecho, la suerte de la Vega y otra en Monasteruelo, tu casa, corral y huerta, también el mandil y el pañuelo, por si vuelves algún día por San Juan y al son del repique de campanas, nos sacas de este duelo. Mientras tanto, nos consuela saber, que con tu recuerdo, no estamos solos.