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León

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Tribuna | venancio iglesias

Has vuelto ¿eh, desdichado? Ajo y agua. No has hecho nada de lo que pensabas, has comido como un gochín y bebido como un saludador. Aunque hubiera sido un best seller algo deberías haber leído y no lo hiciste. Cenar fuera, tomar una copa en esa tortura que llaman pub, ir a respirar mierda en una discoteca-¦ ¿con eso te lo pasaste bomba, desgraciado? Ahora te sobran unos kilitos y no le puedes echar la culpa a la crisis como el leonés de pro. Si siempre te has mirado el ombligo creyendo que el mundo giraba en torno tuyo, ahora te miras con inquietud la barriga, porque no alcanzas a verte la pilila, ¿qué digo? Ni el ombligo. -”Mira. Me ha salido con rima. Para que veas que tengo razón-”. ¡Anda ya! Y vas al dentista y coges una revista y al mirar las tías guapiguarras del couché, metes barriga. Te lo tengo dicho. Te lo digo todos los años.

No mires el nombre de quien escribe esto, porque es el pseudónimo de tu conciencia. Acabaste las vacaciones y estás suspirando por otras. ¿A qué grado de embrutecimiento te empuja tu trabajo, para que ya estés pensando en otras vacaciones . El trabajo que te prometía felicidad y desarrollo espiritual, sólo te da el dinero? Y poco. ¿No habíamos quedado en que si te ibas con la familia te pillarías los dedos con la hipoteca y el colegio de los guajes? ¿Acabaste las vacaciones y ya estás pensando en pedir días por aquella bobada de los psicólogos de la depre postvacacional? ¿No te dije que descansaras? Descansar no era otra cosa que una actividad moderada en aquellas cosas que te acercan a ti mismo, te hacen mejor, elevan tu inteligencia y tu sensibilidad y tonifican un poco tu cuerpo machacado por tantas horas de oficina. Un poquito de cine crítico, un poquito de teatro, un poco de música, otro poquito de alguna lectura estimulante. (El Quijote, coño, que tienes deuda con Cervantes)

Pero vuelves y dices: -”¡Qué felicidad! Me pasé el mes entero en pantalón corto y chanclas.

¡Vaya cosas en las que ponen algunos su felicidad de vacaciones! ¡Cuanto más bobo, más feliz! ¡Andar en chanclas! ¡Bajar a la playa a asarte!... Tan tonto como aquel poner la honra masculina en semejante parte femenina. ¡Bfff!

Ahora has vuelto. Vuelves a la rutina, a la incertidumbre, al desasosiego, al humor variable, a la indiferencia, al olvido de ti mismo y a relamerte las heridas verdaderas o supuestas. Verdaderamente no has descansado y vuelves a la actividad sin reservas, sin haberte recuperado. Has hecho en vacaciones lo mismo que haces cuando trabajas. Todo de puertas afuera, mientras dejas morir dentro esa pequeña herencia maravillosa que te dio la Naturaleza.

Anda, que no todo está perdido. Vuelve pronto del trabajo. Haz vida de familia. Vigila el estudio de los niños. Ponle un poco de ternura al trato con tu mujer. Sal el fin de semana a la naturaleza y disfruta del aire limpio y húmedo (deja el móvil en casa). Come moderadamente para bajar esos kilos. Lee un rato cada noche (del Quijote, hombre). Cada capítulo puede ser un cuarto de hora o veinte minutos-¦ en un pispás lo has leído y ya no podrás cara de haba cuando te pregunten por él.

¿Sabes? Nadie querría hoy ser don Quijote, porque todo el mundo quiere ser como los demás, tal y como pide el poder. Pero dentro de cada uno de nosotros palpita la vida del caballero. Créeme. Lo leas por primera vez o lo releas por enésima, la melancolía del caballero anidará en tu corazón y te hará mejor, más verdadero, más independiente y seguro de tu libertad, más honesto al defender tus ideas o los derechos de los demás. Anda, hombre. Ponlo en tu mesita de noche y verás que los rulos de tu mujer se transforman en alfileres de oro y perlas, que sus quilitos demás y su tontuna postvacacional se vuelven discreción y prudencia y además cuando se vuelva hacia ti, su rostro rezumará ámbar algalia y será un rostro bellísimo matizado por los más preciosos sueños; pero eso sí, tienes que leer la historia del caballero y si no es mucho pedirte, antes conviene que te leas el prólogo a la «Vida de don Quijote y Sancho» de don Miguel de Unamuno.

Quiero decirte con esta invitación, que no te lo tomes a mal si antes me puse duro contigo; es que veo muchas pelis americanas de esas en que los polis le dicen al negro: -”¿Qué? Chico duro, ¿eh? Y luego lo ablandan casi sin tocarle un pelo nombrándoles sólo al ayudante del fiscal del distrito. No te enfades. No te enfades conmigo porque, ahora va en serio, no todo está perdido. Ahora debes recuperar una cierta alegría en el trabajo y algo de conmiseración para el jefe si compruebas una vez más que es un imbécil. El trabajo bien hecho da alegría, desgraciadamente la forma de concebirlo suele traer brutalidad y tontuna de modo que, hazlo bien y no te distraigas con las piernas de la vecina, o el trasero de la nueva-¦ Guarda para ellas tu mejor sonrisa, sin baba. Trátales con deferencia y cortesía. Ya sabes cómo son: andan a la defensiva por eso del «machismo». Y, por Dios. No cuentes a nadie tus vacaciones. Ay, se me olvidaba. Manda a hacer gárgaras a los sindicatos, a Zapatero, al ministro de trabajo, a la huelga, al paro y a la crisis y también a Rajoy, a la prensa canalla y al sursum corda. Por cierto: ¿se ha ido Aido? Es que no he leído el periódico. Ganaríamos todos.