Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Llegados hasta este punto, hay que preguntarse qué piensa nuestro paisano Rodríguez Zapatero. No le estoy reclamando una rueda de presa o un comunicado oficial, simplemente me pregunto qué pasará por su mente cuando, desvelado, empiece a dar vueltas en la cama, pensando en esto y en lo otro, pues actualmente tiene más frentes abiertos que en su día la II Guerra Mundial. El insomnio de un presidente del Gobierno no se zanja como el mío, o sea, contando evas mendes, el suyo ha de ser mucho más difícil de domar. «No, yo duermo a pierna suelta», podría decirnos, y no le creeríamos, salvo que su concepto de a pierna suelta consista en que cada noche su guardaespaldas personal le atice un certero golpe de kárate que le noquee sobre el colchón, pues así duermo también yo y hasta el mediodía que viene. No todos los cargos suponen una carga tan pesada. Estoy convencido de que nuestro alcalde, Francisco Fernández, duerme como un bendito desde que ha apartado hasta mejor ocasión el paso del tranvía por Santo Domingo, vamos, que es ponerse el pijama y caer redondo, porque, admitámoslo, aquí nos iban a dar las mil y una noche, pero sin la danza de los siete velos ni la lámpara maravillosa. A veces, como en este caso, el revés te favorece, aunque no lo admitas. Y si no te favorece, te ayuda a descansar mejor, que no es poco. Ah, la soledad del mando, esa voz interior que en medio de la noche te despierta, o a veces ni siquiera te deja cerrar los ojos un ratín.

Nadie está nunca espiritualmente preparado para ejercer el poder, pues se aprende sobre la marcha y lo descifras cuando lo dejaste atrás. No, no me cuesta imaginarme desvelado a nuestro presidente y añorante de los tiempos en que podía ir de picoteo por el Húmedo y luego, ya en casa, roncar plácidamente como un oso pardo.

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