Tres sabios, tres
El rincón | manuel alcántara
Uno nació en Oregón y actualmente trabaja en las universidades de Illinois. Otro es de origen chipriota, pero tuvo el talento suficiente para nacionalizarse británico, y el tercero vino al mundo en Nueva York, que según dicen es la capital del mundo. Los tres han sido premiados con el Nobel de Economía por sus estudios del mercado de trabajo. Diamond, Mortensen y Pissarides han profundizado en las fricciones que siempre se producen en la lucha cuerpo a cuerpo entre la oferta y la demanda y han llegado a la conclusión de que «las prestaciones generosas aumentan el desempleo». Según sus arduas pesquisas, la gente que cobra algo por no hacer nada eleva la cifra de desocupados. Hay bronca en el mercado de trabajo. Los economistas que profesan teorías contrarias se llevan como verduleras, que por cierto no se sabe porque acarrean esa fama. Peores modales salen a relucir siempre en la regulación contractual y en las negociaciones colectivas. No digamos en las huelgas esas donde las que se vende es silicona en vez de judías verdes. ¿Será verdad que las ayudas a los que no tienen trabajo contribuyen a que sigan sin encontrarlo? Con muchísimo respeto a los tres estudiosos galardonados, somos bastantes los que creemos que esas ayudas económicas, siempre insuficientes, tirando a cutres, están inventadas en defensa propia. Dicho de otra manera: los que Galbraith llama «instalados», aunque tengan una butaca incomoda, están convencidos de que es mejor una propina al acomodador que no arriesgarse a que le levanten el culo del asiento. La influencia de la política económica es determinante en el paro y hay muchas preguntas de difícil contestación. Quizá la primera sería saber por qué no hay tantos parados al mismo tiempo que puestos de trabajo vacantes. Los subsidios se crearon para que nadie nos meta la mano en el plato mientras estamos comiendo los que aún mantenemos esta diaria costumbre