Contar pobres
El rincón | manuel alcántara
Quizá no haya más que dos clases de gente, al margen de las famosas clases sociales: los que se creen que Dios les ha mostrado su preferencia otorgándoles una localidad en primera fila para presenciar el gran teatro del mundo y los que creen que no se puede ser feliz presenciando la miseria ajena. A pesar del presunto resurgir de la crisis, la penuria hace necesaria la contabilidad de pobres. Un hombre de tan indiscutible buena voluntad, pero tan dudosa eficacia, como el Defensor del Pueblo andaluz, el esforzado y bondadoso José Chamizo, ha pedido que se produzca «un cambio radical en las políticas sociales». Después de hacer las cuentas dice que ya es pobre «uno de cada tres andaluces». Hemos hecho una España tan diferente que ya no es posible distinguir unas regiones de otras en cuanto a solvencia económica. Alguien que viva en La Rioja o en Mallorca junto a esas localidades norteñas donde se comprueba lo bien que termina España, duplica en renta a sus compatriotas de Extremadura o del sur.
¿Por qué se continúa hablando del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza?» Tiene mucho mérito contarlos a todos. A los manuscritos, a los genuflexos, a los agradecidos y a los insolentes que te recuerdan a tus difuntos si no les socorres para demostrar que tienes muy buen corazón. Cada vez se ven más por las calles, como bien observa José Chamizo, pero sería aún más interesante conocer el número de los que están en sus casas. Los pobres vergonzantes, si constituyeran un partido, reunirían más adeptos que algunos de nuestros curiosos líderes. Es cierto que las circunstancias han obligado a reducir brutalmente las inversiones, pero la brutalidad han escogido de nuevo para hacerle la puñeta a la llamada tierra de María Santísima. Quizá aquí la gente es té más acostumbrada.