En defensa de Zapatero... ¿o no?
Panorama | Fernando Jáuregui
Ya sé que Zapatero no tiene quien le escriba (bien), ni encuesta que no le sacuda de lo lindo, ni tertulia televisiva en la que no salga malparado. No diré, aunque haya ciertos paralelismos, que la situación de Zapatero sea la misma que la de Suárez en su día, en esta España próspera aunque en crisis. Tampoco puede decirse, desde luego, que estemos mejor que nunca, porque hay cosas angustiosas en el panorama, como cinco millones de parados con o sin economía sumergida, agujeros autonómicos preocupantes para el futuro, una crisis institucional sin precedentes incluso en los tiempos inestables de la UCD. Y una moral nacional quebradiza, solamente sustentada, manda carallo, por los éxitos deportivos. Sí, Zapatero, el hombre bien educado, el del talante, el optimista incurable, no ha tenido la mano maestra necesaria para mantener bien el rumbo en medio de la tormenta.
Pero es cierto que no somos los únicos sacudidos por el oleaje; eche usted un vistazo a lo que pasa con nuestros vecinos del norte. Claro que a los franceses les iban a hacer la mitad de las faenas que nuestros representantes públicos, a todos los niveles, nos hacen en España; volviendo a Suárez, recordaré sus palabras cuando me decía aquello de «lo fácil que es, Fernando, gobernar a los españoles, que se acomodan a todo». No creo que Zapatero tenga mayores culpas ni dificultades internas que Sarko -”la que hay liada en Francia-”, Merkel -”a la que no reelegirán los alemanes ni ahítos tras la oktoberfest -”, Obama -”jamás los otros, y hasta los propios, habían forjado una contestación tan amplia en tan poco tiempo, ni tan radicalmente ideologizada-”. A mí me parece que ZP se está yendo. Con este acuerdo con el PNV en torno a unos Presupuestos que a los nacionalistas vascos les importan bien poco (tampoco ha sido para rasgarse tantas vestiduras el dichoso acuerdo, aunque a mí tampoco me guste), el inquilino de La Moncloa ha comprado un poco de tiempo para llevar a término su cuadratura del círculo, que pasó por clausurar sus propia ideología y contravenir el programa electoral con el que ganó las elecciones de 2004 y 2008. Papel mojado este programa, como tantos otros papeles almacenados en las hemerotecas en estos seis últimos años. O como los propios Presupuestos de 2009, 2010 y... 2011. Pero Merkel, Sarkozy, Obama, son la oficialidad del barco en el que viajamos, y ellos mandan. Cuando, dentro de diecisiete meses y tras el previsible desastre (para el PSOE, claro) de las elecciones municipales y autonómicas , lleguemos a los comicios generales, dudo mucho de que Zapatero esté al frente de las listas de su partido.
No sé quién será el hombre o la mujer que ocupe ese lugar, pero más vale que sea un rostro diferente al rápidamente avejentado de ZP. Porque, si Zapatero se ve forzado -”se ve forzado, digo-” a presentarse será porque no ha encontrado a nadie que quiera o pueda hacerlo. Y será un político desengañado, cansado, sin ilusión y sin ideas, quien concurra a las urnas como cabeza de una candidatura que, entonces, saldrá como seguramente perdedora. Como, ya digo, las de Merkel, Sarko, Obama... Como Adolfo Suárez, insisto, salvando todas las distancias, hace treinta años. Estaba listo para la Historia, que iba a depararle, al fin y a la postre, una acogida merecidamente favorable. Lo único que no era posible era que siguiese en La Moncloa.