Cándidos en los vestuarios de El Toralín
Crónicas bercianas | r. arias
La última vez que estuve tan cerca de Zapatero en un acto preelectoral fue en la cena de navidad del 2002 del PSOE en el Oro de Roma, en Carracedelo. Entonces acudió a la cita como flamante secretario general y aseguró que en nada gobernaría España. Algunos lo tomaron por loco. Aunque el clima político era mucho más propicio y el PP no llevaba catorce puntos de ventaja al PSOE en las encuestas -”si tuviera un líder serían veinticinco-”. El domingo pasado compartí un pincho en los cutres vestuarios de El Toralín con el presidente después de su mitin de Ponferrada, que muchos analistas compararon con el cuento de la lechera o con el epítome del optimismo antropológico del jefe del Ejecutivo que en buena medida nos ha sumido en este desastre.
Zapatero reclamó un vino del Bierzo mientras los periodistas de ámbito nacional que le acompañan le asaetaban con preguntas sobre su disposición para repetir como candidato, las relaciones con Patxi, el sustituto de Corbacho; acerca de la ventaja sideral que demoscópicamente le saca Rajoy, sobre la recuperación... A propósito de casi todo profetizó maravillas en año y medio como cándida cortina de humo sobre la gran crisis de gobierno que se recocía en su cabeza.
Si yo tuviera que tomar como referencia aquella cena navideña en el Oro de Roma, en la que ZP no olía precisamente a presidente, casi seguro que no le daría por muerto y enterrado como le dan sus detractores más recalcitrantes. Aunque es cierto que en aquel 2002 ya empezaba a errar en sus vaticinios. Profetizó que la candidata socialista por Ponferrada sería la futura alcaldesa de la capital berciana y falló de lleno. La aspirante se estrelló contra el entonces también neófito cabeza del lista del PP, Carlos López Riesco. El pasado domingo Zapatero transpiraba serenidad entre los excelentes augurios que repartía a diestro y siniestro mientras seguía aguantando enhiesta la copa de mencía en los vestuarios del Toralín. Cuando me llegó el turno como único periodista de la plaza presente en el ágape, le interrogué un tanto tímido y esperanzado entre tanto bambismo y altura de miras mediática: «¿Presidente, el AVE llegará alguna vez a Ponferrada?». Zapatero le dio un punterazo al cántaro. Frente a la absoluta indiferencia de los profesionales de los medios nacionales me respondió que el AVE es una «marca mitificada» y que aquí como mucho llegará la «velocidad alta». Y cuando un colega de León le inquirió sobre los plazos se encogió de hombros. Miré de nuevo su copa y no había apurado ni un gotín. Iba en serio. De lo nuestro, pese a su delirante optimismo, nada de nada. Y ya me jode tanta sinceridad casera.