Diario de León
León

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Q ue llueva en Todos los Santos es una redundancia. Un capricho del tiempo. Signos de un otoño que en León es una metáfora de sí mismo. Pardos, ocres, hojas que se caen y dejan un rastro de chillidos tordos en los zapatos, como el rechinar de las articulacion es de la provincia. Un abandono ante el que sólo resta cambiar el himno por una balada de José Luis Perales. Basta con dar un paseo por Papalaguinda para inundarse del espíritu, todavía más ceniciento desde que el único rastro es el que dejan los vasos de plástico del botellón. Menos mal que ahora al Ayuntamiento se le ha ocurrido ocupar el espacio con muñecos de Pocoyó y aparatos de gimnasia para mayores, vertebrados por un carril bici de apenas cien metros, al que se accede de manera directa desde un apeadero de autobuses con ínfulas de intercambiador de transporte ; un intento de hacer un avión con una pajarita de papel, en lugar de plantearse la construcción de un aparcamiento subterráneo a lo largo de toda la franja para desahogar el centro. El proyecto no tiene nada que ver con el planteamiento inicial de cortar el primer tramo del paseo y colocar canchas polideportivas. La idea, que nació como respuesta a la encomienda del alcalde de hacer-algo-para-que-no-pueda-volver-el-rastro , se topó con la necesidad de dar una dádiva a la federación de asociaciones de vecinos, que, con la excepción de la semiprivatización del agua, se había comido todos los sapos del mandato. Total que, para impedir la práctica del deporte autóctono de otoño de la compra de calzoncillos marianos de cuello vuelto, lo que iba a ser un área deportiva queda en un pasillo de macetas.

Es lo que tiene el otoño en León, que es como el solano en La Mancha. Que se lo digan a Guada y Alonso. Cansadas de Carrasco, después de tres años de pesebre han decidido dar la patada al caldero pero llevarse la leche; un canto en busca de partido o incluso de empresarios que sufraguen unas siglas independientes para que el nuevo mandato electoral no las desaloje del calor del sueldo público. Mientras, Cayón cae en los vicios del perro de presa: por salir a los ataques, cuando vuelve ya es tarde para darse cuenta de que le han entrado en casa. Cosas de la berrea, que llena el monte de políticos con celo de candidaturas y listas.

En primavera, con el desmogue, van a faltar abedules para frotar tanto cuerno.

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