CON VIENTO FRESCO
Mala conciencia
N o ofende quien quiere, sino qu ien puede. Los exabruptos de algunos políticos catalanes de izquierdas (Oriol Amorós, de ERC, Ricard Gomá, de ICV, y otros) a Benedicto XVI, que esta semana visita España (Barcelona y Santiago), no se dirigen expresamente al Papa, al que han calificado de intolerante, hipócrita, anacrónico y otras lindezas del mismo tono. Los insultos a Josef Ratzinger, cuya altura intelectual es indiscutible, empequeñecen y ridiculizan a los que los emiten; pero en el fondo van dirigidos contra la Iglesia y los católicos, no sólo como consecuencia de un casposo y retrógrado anticlericalismo, sino por la mala conciencia ante la labor de aquella en paliar la terrible situación económica de los más desfavorecidos. Cáritas, Manos Unidas y otras centenas de organizaciones católicas son la expresión flagrante del fracaso de las políticas sociales de aquellos partidos.
El Instituto Nacional de Estadística, hace una semana, cifraba en un 20,8% la población española que está por debajo del umbral de pobreza (con porcentajes del 29,3% y 36,2% en Andalucía y Extremadura gobernadas durante decenios por los socialistas), y afirmaba que un 58,6% de los hogares españoles tiene dificultades para llegar a final de mes. Este desolador panorama del INE en su encuesta de Condiciones de Vida 2010 era ratificado por Cáritas, que en su informe de 2009, afirma haber ayudado con productos de primera necesidad a 800.000 personas, lo que significa que se han duplicado el número de los que la necesitan respecto al 2007. No se trata de pobres de solemnidad, sino de parados, familias jóvenes, mujeres solas e inmigrantes. Cansados de pedir ayuda a los ayuntamientos, cuyos servicios sociales no dan más de si, su único refugio ante el hambre es la Iglesia.
Ante esta realidad lacerante, al gobierno socialista no se le ocurre otra cosa que decir, mala cortina ideológica, que los españoles viven mejor hoy que en el 2004; sus aliados, con los que gobierna en Cataluña, además insultan a la Iglesia y al Papa. Ahora que con la llamada Memoria Histórica se revuelve el pasado y se reabren las heridas, sería bueno recordar que el asesinato de siete mil curas y religiosos durante la Guerra Civil fue particularmente alevoso y sanguinario con aquellos sacerdotes y congregaciones que tenían una especial vinculación con los pobres. La mala conciencia de aquellos que, con frecuencia, se vieron socorridos, fue un acicate para su ensañamiento. Creo que la mala conciencia de cierta izquierda rencorosa no soporta la labor de la Iglesia y preferiría ver morir de hambre a los pobres antes de que éstos reciban ayuda de sus organizaciones caritativas.