Diario de León
Publicado por
César Chamorro
León

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H ace unos meses escribía sobre el disenso reinante. Lo hacía al hilo del consenso que el ministro de educación propugnaba como necesario para un tema que trasciende de los partidos gobernantes; eventuales que no se conciencian de ello. La partitocracia triunfó y derrotó por KO al interés general. Nunca más se supo del consenso presuntamente buscado, ni del ministro. Pero hace unos días pudimos ver una pequeña luz en la tiniebla política. Este periódico publicaba la noticia de que las Cortes de Castilla y León aprobaron, con el consenso de PP y PSOE, el proyecto de ley de Universidades adaptado a la normativa general. La noticia pasó más o menos desapercibida pero tiene un trasfondo de gran importancia aunque excepcional, y es que se aprobó con el consenso de los dos grandes partidos. El PP aceptó algunas de las enmiendas del PSOE y este partido retiró otras hasta llegar a una solución aceptable por los dos. Razonable, plausible, meritorio para los dos partidos y, sobre todo, beneficioso para la sociedad. Se imaginan si cundiera el ejemplo a nivel nacional.

Pero al pasar días y páginas de Diario de León comprobamos que se trataba de una vana ilusión gracias a los morros de un alcalde; las caras de Bélmez que vio el presidente en «los otros» cuando cambió el gobierno; una Secretaria General que se opone pero no a su macrosueldo o uno que se hace ministro de lo que se manifiesta en contra cuatro días antes, aunque cuando vio el sillón dijo que es que pasaba por allí. Y nos hartamos con el rifirrafe de insultos -y-tú-más buceando en la hemeroteca, hasta llegar al gran especialista, hermano de aquél que estaba en el paro y un año después era multimillonario. ¡Qué tropa!

Cuando vayamos a votar, si es que vamos, nos preguntaremos lo del chiste, cuando el sufridor estaba en la pared del precipicio agarrado a una ramita pidiendo auxilio y una voz le dice que se suelte, que un coro de ángeles y arcángeles (diputados y senadores, para el caso) capitaneados por Dios (no sabemos de qué partido político) le cogerán en volandas y suavemente le llevarán a salvo a la superficie. A lo que el desgraciado (con ese sí nos identificamos todos) responde: Ya, pero ¿no hay alguien más ahí?

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