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Publicado por
José Cavero
León

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N o pocos españoles han podido ya celebrar, o se disponen a hacerlo, la derrota cosechada en Estados Unidos por el presidente Obama, en las elecciones legislativas «a mitad de la legislatura» porque entienden que la derrota de Obama es presagio y anticipo de la derrota que, a su vez, cosechará Zapatero en España en la primera ocasión que se le presente, que son varias: las elecciones catalanas de este mismo mes, las municipales y autonómicas del año que viene y finalmente, las legislativas o generales de mayo de 2012.

Para muchos españoles, el paralelismo de ambos presidentes es manifiesto..., y lamentable, y de ahí que se hayan apresurado a festejar la derrota de Obama en una de las cámaras legislativas de los Estados Unidos, y el éxito paralelo o complementario de los republicanos y del Tea Party, al mismo tiempo. De manera que es irrebatible que los republicanos norteamericanos se han apuntado una gozosa victoria contra Obama, pero también muchos conservadores se han sumado a las celebraciones por ese paralelismo de Obama y Zapatero, y por las coincidencias de ambos en una serie de cuestiones y planteamientos.

Como en el caso de Obama, las elecciones en los Estados Unidos, los resultados del recuento pesarán en la política que hagan en adelante, aunque ambos dirigentes políticos eran conscientes de que la crisis pasa la factura a quienes tienen responsabilidad de gobernar, sean de la ideología que sean. La crisis eleva el número de parados pero también el número de enfadados con «el establecimiento» y quienes lo encarnan o dirigen. Entre otras razones, porque esos gobernantes es probable que hayan cometido errores en su gestión, o porque les ha correspondido administrar tiempos malos, situaciones económicas complicadas y, en todo caso, menos dinero. Mucho menos dinero que antes.

En algunos casos, la derrota de Obama -parcial, por cuanto no pierde la presidencia de la Nación, sino sólo algunos legisladores y la mayoría en una de las Cámaras-, no será otra cosa que un aviso, o una advertencia. Le quedan dos años para rectificar o atraer de nuevo a sus votantes de cada dos años. En otros casos, la derrota ya está ahí, ya ha llegado, y deberán empezar a cambiar muchas cosas y a rectificar otras que ya están en ejecución. Pero queda patente que una legislatura no da garantías de seguridad y de pervivencia para los cuatro años que, en teoría, dura.

En el caso español, o del presidente Rodríguez Zapatero, la prueba de fuego van a ser las próximas elecciones catalanas, autonómicas y municipales, muy próximas todas a las generales. Pero las advertencias previas han venido mes tras mes, desde hace un par de años, en las encuestas de opinión, que advierten del cambio de tendencia o del enfado de los ciudadanos.