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León

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A Dios rogando y con el mazo dando

(Al obispo Julián sin ninguna acritud).

D espués de haber realizado un viaje de 850 kilómetros, toda una verdadera aventura dado mi estado físico, con la ilusión de dar el último adiós a una entrañable amiga, me quedé en la puerta de la iglesia de San Marcelo, no como el Legado Augustal que presidía desde esa ubicación los desfiles y juegos de la Legión VII, mi vivencia fue mucho más acorde con los tiempos que vivimos: me quedé dándole al «palique» con los dos titulares de la mendicidad de la citada iglesia. Tengo que advertir la preocupación que me embargó al principio de mi corta relación con estas personas, dado a que intuí un cierto grado de hostilidad pero con el transcurso del tiempo me di cuenta que desconfiaban de un cierto intrusismo por mi parte en el desempeño de su actividad habitual.

Es cierto que los maestros encargados de reedificar la antigua iglesia por completo en el año 1588 Juan del Ribero y Baltasar Gutiérrez no contemplaran la accesibilidad al templo, pero al Secretariado Pastoral de Salud, además de: sensibilizar a la comunidad cristiana sobre la atención a los enfermos y discapacitados físicos y psíquicos y a sus familias, que no es poco, se podrían haber encargado también de una cosa muy importante, la promoción de la eliminación de barreras arquitectónicas en las iglesias que obstaculizan o impiden la movilidad, integración y comunicación de personas.

La completa eliminación de las barreras arquitectónicas es un objetivo prioritario e irremplazable, puede ser la causa que me impida hacer uso de un derecho básico de integración. «La sociedad, en general, y los poderes públicos, en particular, tienen el deber de facilitar la accesibilidad al medio de todos los ciudadanos; deber que se extiende, por tanto, de la misma forma, a aquellos ciudadanos con o sin minusvalías que se encuentren en situación de limitación en relación con el medio, poniéndose especial énfasis respecto de aquellos cuya dificultad de movilidad y comunicación sea más grave». En 1993 fue publicada la Ley-8/1993, sobre todo para lograr una sociedad dinámica, moderna y pluralista en la que no deben primar patrones excluyentes a las personas. Yo seguiré rogando al Señor pero le agradecería diera las instrucciones oportunas para que cojan el mazo y corrijan esta situación.

Javier Cabo Lombana. Fundación Diógenes Para la investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica

Pérdida de valores

R ecuerdo que cuando llegaba a las ocho de la mañana somnoliento a clase en mi época de bachillerato encontraba apuntado en la pizarra. «Consigna de la semana: levantarse pronto todos los días». Estudié en un colegio religioso que se equivocó en muchas cosas pero me enseñaron el valor del trabajo y el esfuerzo, el compañerismo, el perdón, ayudar a la gente sin esperar nada a cambio. Me machacaron que tenía que ser buena persona y todo eso que lo recibí de joven me ha quedado marcado. Ahora la Iglesia es odiada y desprestigiada y estoy hasta las narices de oír disparates de ella. Sus errores se sacan de quicio y no se menciona nada de lo que hace bueno. Suplantamos la educación religiosa, suplantamos los valores y las virtudes para que todos quieran ser como Cristiano Ronaldo y busquen su comodidad y egoísmo pero yo diré que el único sitio en donde te enseñan a ser un hombre son los valores que transmite la Iglesia y pido que cuando la gente la critique sepa un poco de lo que está hablando porque a veces hacen el ridículo.

Miguel González. NAVARRA