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Publicado por
vicente pueyo
León

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M e dicen los que saben que la media de asistencia a los partidos de la Cultural y Deportiva Leonesa está en los 1.500 espectadores, cazurrín arriba, cazurrín abajo. Si tenemos en cuenta que la capacidad del Estadio Reino de León llega hasta los 13.451 espectadores, resulta evidente que o sobra estadio o falta fervor culturalista. A la vista de los atascos por contemplar las virguerías de los ídolos blanquillos lo único que parece razonable y ajustado a la realidad es el nombre del estadio. Efectivamente el «Reino de León» es como la vida misma del Reino milenario: quedamos cuatro gatos. Ese sinsentido de partida (que tiene en la propia construcción del «maracaná» leonés y en el dineral allí enterrado la primera penitencia por cumplir: más de 5.000 millones de las antiguas pesetas dicen los que saben) ha chocado finalmente con el muro de la justicia y ha colocado en una situación digamos que comprometida a los esforzados empresarios que, con un ánimo tan temerario como imperturbable, intentaron sacar al club del profundo pozo en el que se encuentra.

Se dice que dura lex, sed lex y debe ser verdad. Sabrá el juez pero uno, si hubiera tenido que decidir sobre el embrollo del proceso concursal, hubiera tenido serias dudas sobre si ser fiel y estricto con el mandato de la ley o proponer a los encausados para la medalla al mérito. Sin duda hay que ser de una pasta especial para meterse en esos líos y más en un momento en el que las instituciones no paran de tachar ceros en el capítulo de subvenciones. En cualquier caso la decisión judicial que inhabilita a los cinco consejeros por no hacer sus deberes en tiempo y forma ha señalado, o debería señalar, un punto de no retorno para evitar que se repitan errores de bulto porque al final la «burbuja» se acaba pinchando.

O sea: esto es León. Y esto es un país en crisis. El deporte, el fútbol en este caso, tiene su importancia social y económica pero deberíamos pisar en tierra firme y, humildemente, reconocer hasta dónde se puede llegar y hasta dónde no. Las instituciones públicas tienen unas prioridades sociales que no deberían quedar lesionadas por el prurito de tener un club de bandera. Que quede para otros el olimpo en el que habitan los ronaldos y mouriños. Aquí hay que empezar la casa desde abajo, desde los cimientos. Tanto constructor debería de saberlo.

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