Diario de León
Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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L o de llamar Supercaja al resultado de esa fusión tórrida, templada o gélida (no sé) que se han traído entre manos esas dos conocidas entidades financieras de nuestra región, a mí me parece una frivolidad. Tiene algo de Superlópez, aquel héroe bigotón y oficinista del cómic patrio, o de la Supernany, esa psicóloga que da consejos elementales sobre cómo educar a sus hijos a padres oligofrénicos que desnudan sus miserias delante de las cámaras de televisión. Es una opinión. Claro que a lo mejor el superlativo de esa fusión tibia, fría o cálida (no sé) se corresponde con el esfuerzo ímprobo y desinteresado de «algunos hombres buenos», dispuestos a ganarse la confianza de una sociedad bastante mosqueada con todo lo que huela a bancos y cajas.

Algo en lo que difería recientemente Pedro Vicente en su columna El Corro, cuando señalaba que la Junta se ha afanado en los últimos meses por politizar hasta el tuétano todo el proceso de promover una caja única por estos lares. Es otra opinión. Sea como sea, sus nuevos responsables parecen haber auspiciado para el futuro una época de saneamiento y esplendor desconocidos. Está bien que lo afirmen: si no lo expresan ellos, a ver quién lo va a decir, desde luego los gurús tipo Nouriel Roubini no. El caso es que, promesas y deseos al margen, y dada la que está cayendo vendría bien un ejercicio de honestidad y transparencia. Ya saben, cosillas como saber en qué va a quedar el ajuste de la plantilla (cuántos prejubilados, por ejemplo, de esos que pagamos de nuestros bolsillos), como llevarán a cabo la recapitalización (o recapitulación, no sé) de los balances, si se van a dotar de reservas, recuperar depósitos, etcétera. Y claro, cómo piensan hacerlo.

Hay quien aboga por segregar de una vez las obras sociales y quien augura un porvenir -”para bien o para mal-” tiranizado por un puñado de grandes bancos. Un amigo mío dice que las cajas sobrevivirán en el medio rural, porque allí la gente no tiene otras ofertas en medio de la nieve. El problema es que mi amigo ronda los ochenta años, y como él, muchos clientes de esta Supercaja también.

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