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MANUEL SÁNCHEZ RODRÍGUEZ. EXDIRECTOR DE HOTEL
León

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S é que lo que voy a decir no hará gracia a mis excolegas hosteleros, ni a otros muchos fumadores, pero nunca he sido políticamente correcto y ya es tarde para empezar a serlo. La Asociación de Hostelería de León, pide que un 30% de la superficie de los bares sea dedicada a espacio cerrado para fumadores y con autoservicio. Añade que su propuesta conjuga los derechos de los fumadores y de los no fumadores.

Mi primera argumentación como no fumador es: ¿Si tanto os preocupan los derechos de ambos, por qué no se hizo antes? Las razones os las puedo dar yo: Porque os importaban muy poco los derechos de los no fumadores y sabíais que iban a seguir yendo a las cafeterías si no querían aislarse del mundo. Además, porque en la mayoría de los establecimientos no es una opción viable, por las dificultades de espacio y de extracción de humos. Por otro lado, dudo mucho que los clientes acepten el autoservicio como solución. Todos sabemos que con los fumadores ocurrirá lo mismo que con los no fumadores: seguirán yendo, por las mismas razones que lo hicimos los demás.

El problema de la hostelería no es fumar o no fumar. En principio a todos se nos alcanza que hay muchos bares y cafeterías por metro cuadrado y que, en el mundo que viene, quizá sean demasiados. Pero el gran problema, desde mi punto de vista y por la experiencia que viví, es la dificultad que siempre ha existido para alcanzar acuerdos de colaboración entre nosotros y, después, con las autoridades.

Un ejemplo es que cada uno crea su propia marca turística, derrochando los recursos económicos en esfuerzos individuales, que siempre ocultan detrás intereses particulares. También ha bría que pensar, con la que está cayendo, que quizás el precio de 2,80 Euros -3 los domingos- que tiene que pagar una pareja por un café equivale en muchos casos a lo que gastan en comer en su casa. No quiero ni hablar de los precios de algunas terrazas. Parece que la hostelería vive a veces en uno de los mundos cuánticos que menciona Hawking, distinto del que vivimos los consumidores.

Y ya que hablo de él, no puedo evitar discrepar. Entiendo, Stephen, que te viene muy bien utilizar a Dios para vender tu libro en un mundo que presume de laicismo, pero realmente no aportas nada nuevo en esa eterna discusión. Afirmas que el universo es un objeto cuántico y que, como tal, existirán un número infinito de universos posibles y distintos, con leyes físicas diferentes. Lo haces intentando desbaratar los argumentos deístas que se basan en la complejidad del diseño de dichas leyes. Pero sabes muy bien que muchas de las teorías cuánticas giran en torno a la posibilidad de que la realidad exista por la acción cognitiva de un ser pensante. Si eso fuera cierto, llegaríamos a la pregunta de siempre: ¿Quién fue el primero en pensarlo? Argumentáis contra el Dios teológico, que os parece más fácil de rebatir, olvidando el que preocupa a la mayoría de los humanos: el Dios causa primigenia. Aquel donde ya no es posible vuestra pregunta favorita ¿y quién lo creo a él?, porque él ya se convierte en ÉL. Las religiones lo consideran el mismo, pero la ciencia no debería hacerlo.

He relacionado la hostelería y la física cuántica, para mostrar cómo las realidades dependen siempre del observador -"fumador y no fumador; deísta y no deísta-". El ser humano va creando sus propios universos, alimentándolos con autocomplaciencia y egoísmos; universos más o menos amplios -personal, regional, religioso, étnico...- que se alejan cada vez más unos de otros y vacían de contenido el más importante, el que los engloba a todos, el de la humanidad. Esos universos excluyentes son los que nos impiden avanzar.

Dice Eduardo Punset en su libro El viaje al poder de la mente , refiriéndose de nuevo al mundo de la física, que el universo se vacía y que es n ecesario que se vacíe para llegar al estado de simplicidad que permita que la materia oscura se descompon ga y se pueda comenzar de nuevo.

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