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Publicado por
MANUEL CAMPO VIDAL
León

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S upimos el 22 de Octubre que el experto nadador que se arrojó a las aguas heladas de la crisis para socorrer a Zapatero se llamaba Alfredo Pérez Rubalcaba. También se tiró al agua Marcelino Iglesias y por allí andaba al rescate José Blanco. Desde el viernes sabemos que sus salvavidas llevan impreso un nombre: «Reformas a contrareloj». Hasta veintiséis iniciativas de reforma legislativa presentó Rubalcaba el viernes como programa para que todo el mundo entienda que solo así será posible salir de la crisis.

Esta frenética actividad puede acorralar dialécticamente al PP, como se vio el miércoles en el Congreso. Zapatero habló con un realismo casi inédito. Inspiró confianza, por lo menos en el diagnóstico, mientras Rajoy seguía con la muletilla de que «aquí lo primero que sobra es usted», versión actualizada del «váyase señor González»de Aznar. La duda es si Rajoy aguantará un año largo solo diciendo «Váyase señor Zapatero». Podría suceder que al final se vaya, pero que venga otro con la aureola de las reformas culminadas.

Este es el asunto crucial del 2011: reformar para salir de la crisis. Tiene esta estrategia, sin embargo, dos incógnitas. La primera, la identidad del gobierno catalán. No es lo mismo que en Barcelona el interlocutor sea un Artur Mas «encadenado a los populares», « a los independentistas» o socorrido por votos socialistas, según el catálogo de opciones previsto por un Montilla que ya ha anunciado que pide el voto para gobernar en solitario. Y por última vez porque después no volverá a ser candidato.

Segunda incógnita: quien mandará en la CEOE porque Jesús Banegas, Juan Rosell o Santiago Herrero no son lo mismo. Banegas es un ingeniero, líder moral de las Tecnologías de la Información, hombre por tanto del mundo sectorial, muy innovador. El catalán Rosell es hombre del mundo territorial. Buen negociador y hábil para estar a buenas con Rato, Pujol, Montilla o Rajoy. Herrero es otro superviviente negociador pero acaso con motor de menor cilindrada. No descarten que en diez días pacte con Banegas o con Rosell, lo que está en la tradición de una organización que nunca celebró elecciones en treinta años.

Las diferencias entre Banegas y Rosell se perciben. Banegas defiende sobre todo dignificar la figura del empresario y la unidad de mercado. Rosell sostiene que «la proliferación de normas de la Administración central y la autonómica puede llegar a ser un galimatías». Rosell apuesta porque el dimitido Gerardo Díez Ferrán presida la Fundación de la CEOE, como su antecesor Cuevas cuando dejó el cargo. Banegas, que fue el ariete para desalojar a Díez Ferrán porque a su juicio desprestigiaba la institución, quiere convertir la Fundación en un centro de análisis de alto nivel: «Si los políticos no se deciden a reformar la educación y tantas otras cosas necesarias para salir de la crisis, nosotros elaboraremos esas propuestas para presentarlas en sociedad». Voluntad de cambio y de compromiso sin rodeos.

Suenan bien esos discursos mientras la política electoral catalana se pierde en un triste espectáculo de vídeos sobre «orgasmos al votar», juegos para «cazar inmigrantes» y una candidata, Montse Nebreda que sale de la ducha envuelta en una toalla. Si le queda a Rubalcaba y al nuevo presidente de la CEOE fuelle, que reformen también algunas prácticas electorales.

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