Diario de León
León

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E l Gobierno cita a la minería leonesa a puerta gayola, desde los medios, con la mortaja como capote; para que el festejo no parezca lo que es, los soldaditos de plomo, corifeos y estómagos agradecidos, han puesto en marcha el término reconversión, que cale en el entorno, que circule, que empape los tapetes de cartas a la hora del café. Que se temple el populacho, no vaya a ser que se subleve la plebe en mitad del embarque electoral de mayo y fastidie el chollo que se ventila para los próximos cuatro años. Que gire la bola. Que se crean que hay mañana. Reconversión, dicen, sí, como aquella que acaballó las décadas 80 y 90, que formó parte de la trilogía de la destrucción con la que el Felipismo condenó a cadena perpetua a todo el noreste de la provincia. Ahí quedaron las lápidas conmemorativas del evento: persianas desenrolladas, puertas a cal y canto, apuntaladas con tablerones y sintasol, no sea que la humedad tenebrosa se atreva a invadir también las viviendas desempolvadas cada agosto o en las fiestas patronales; casas con los fantasmas de la despoblación, lugares inhóspitos, salvo el día de la patrona. Reconversión. Como si el Bernesga, el Torío o el Sil fueran la cuenca del Nervión, como si el valle de Sabero fuera Sagunto, como si el Ruhr de Helmut Kohl se fuera a reencarnar en Laciana, Gordón, Fabero. Decir reconversión en León es llamar a la bicha, el vaticinio del comienzo del fin; reconversión es envolver el fiambre en agua de rosas para que se retrase el olor a muerto; de momento, más allá de las urnas de mayo. Luego, se verá. Parece una burla decir -que lo dirán- que la reindustrialización acompañará el final del sector del que dependen siete mil familias leonesas, geográficamente el tercio norte de la provincia, porcentualmente el 22% de la economía leonesa. ¿Cómo? ¿Otro Miner? Si ya no hay dónde urbanizar con más aceras, dónde instalar canchas de futbito con niños para jugar pachangas, ni apeaderos y marquesinas donde hace décadas que no para el tren ni el coche de línea porque no hay viajeros. Si hay juicio para el proceso que tengan en cuenta esa herencia, pruebas irrefutables: citen como testigos de cargo al municipio de La Ercina, que hace un año cerró la escuela; o a la empresa de autobuses de Martiniano Fernández, que cada domingo llenaba de estudiantes siete autocares en toda la montaña oriental leonesa, de sangre joven. Reconversión. Sí. Que en León es agonía.

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