Diario de León
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ISABEL CANTÓN MAYO. CATEDRÁTICA DE DIDÁCTICA DE LA UNIVERSIDAD DE LEÓN
León

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La palabra crisis es de origen griego (krisis) y procede del verbo krinein (separar, romper, decidir) del que también deriva el término crítica que se refiere a analizar, o estudiar algo para emitir un juicio razonado sobre algo. María Moliner señala que la palabra «crisis», en español, hace referencia al «momento en que se produce un cambio muy marcado en algo». Las crisis nos obligan a reflexionar y analizar para tomar decisiones maduras y juicios adecuados ante situaciones difíciles. Destacamos la escasa calidad del debate educativo y la tendencia a reducirlo a dos aspectos: anécdotas e indignación, por lo que aquí renunciamos a ambos argumentos. Además apuntamos a que los especialistas ni somos culpables ni podemos aportar soluciones milagrosas a la crisis educativa. Resumiendo mucho, los indicadores de la crisis en la educación se serían: alto fracaso escolar, crisis social, baja formación profesional, origen social, economía, inadecuados diagnósticos y análisis del fracaso, políticas inadecuadas, infantilismo pedagógico y didáctico y selección curricular y organizativa.

Referido al primer indicador, los datos son demoledores: los jóvenes entre 20 y 24 años sin bachillerato ni FP en 2008 son en la Unión Europea el 21,5%; en España el 40%; los resultados de los jóvenes españoles de 15 años en las pruebas internacionales homologadas (PISA) de 2006: en Ciencias, en comprensión lectora y en matemáticas, estamos significativamente por debajo de la media de la OCDE y con tendencia a la baja. Según el mismo informe PISA, el 50% del rendimiento educativo de los jóvenes se explica por la posición social de su familia, un 18% por la composición socioeconómica de las familias de los estudiantes, y un 6% por características didácticas y organizativas de los propios centros escolares. El otro 26% queda sin explicación. Quizá en este apartado se inserten posibilidades, que unidas al 6% de la didáctica y la organización abarcaría el 32 %, donde la incidencia de nuestro debate y reflexión podría aportar alguna luz al problema constatado.

El segundo indicador es de tipo social. Pi de Cabanyes piensa que esta crisis educativa es también de la sociedad democrática: «Los enseñantes se quejan, con razón, de que los padres y las madres, y en general la sociedad, globalmente considerada, han dimitido de sus obligaciones y los han dejado solos con su noble tarea, que no consideran ni apoyada ni reconocida. El principal problema de la educación en este país es que la responsabilidad no sólo instructiva sino también formativa se ha ido dejando casi exclusivamente en manos de los profesionales, pero sin darles los medios para cumplir su misión. No hay educación sin respeto a la autoridad (o sea, sin dar valor educativo al no). Y al profesor se le discute o se le niega porque autoridad se confunde, sistemáticamente, con autoritarismo. Y permisividad con democracia». Ello nos lleva a la reflexionar sobre las dos culturas educativas. Hay dos puntos de vista opuestos en la concepción de la escuela (entendida desde Infantil a la Universidad), que determinan las propuestas y la actitud diferente ante la crisis: la derivada de la ilustración francesa y del racionalismo cartesiano, que considera al alumno tábula rasa al que hay que enseñar todo, con esfuerzo y trabajo, de tradición escolástica y monacal, se aprende con esfuerzo, con disciplina, la educación es de tipo transmisivo, debe servir para la adquisición por los escolares de los saberes y de la cultura de generaciones anteriores, por lo que su adquisición es costosa. La escuela aquí contiene lo que el sociólogo Norbert Elías denominó coacciones civilizatorias. Se fundamenta en la racionalidad tecnológica de la productividad y de obtención de resultados, a la que Lyotard acusa de que produce saber para ser vendido, de imperativo efienticista. Es la escuela monástica, del cogito ergo sum: cerrada, culta, homogénea, y trabajadora. Su inconveniente principal es que genera odios y fobias. Recoge la idea de Enmanuel Kant: tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre y el hombre no es más que lo que la educación hace de él. Cervantes apuesta por la necesidad de saber: ninguna ciencia, en cuanto ciencia, engaña; el engaño está en quien no sabe. Savater incide en lo mismo: no hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad. También señala este último que lo más atrevido es la ignorancia. La calidad en esta corriente es una premisa básica en los centros educativos.

La segunda corriente, basada en el romanticismo alemán del siglo XIX, considera que el saber es relativo, no es necesario esforzarse para acumular mucho conocimiento ya que el alumno contiene básicamente en su mente los saberes necesarios, que son pocos, y que a la escuela se va a ser felices y a sistematizar y a desarrollar los saberes que el alumno ya posee en una especie de saber innato; los nuevos conocimientos se aprenderán por ósmosis, por contacto con el ambiente erudito escolar, por impregnación. Destierra el esfuerzo y la disciplina, por innecesarios y por represivos, es la pedagogía complaciente. A la razón tecnológica anterior, se opone ahora la razón crítica. Es la escuela rousseauniana, del buen salvaje, del carpe diem , o una especie de escuela de aeropuerto. Se le achaca a este modelo el fracaso escolar y la escasa erudición de sus miembros. Sin embargo, hay relevantes representantes de esta corriente: Bernard Shaw que decía: suspendí mi educación cuando tuve que ir al colegio; Mark Twain: nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación, o Alejando Dumas: ¿Cómo es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe ser fruto de la educación.

El poeta Pedro Salinas puede considerarse en esta línea: verdadera maestra de la vida no hay más que una, la experiencia; y tiene escuela abierta para todos. Los reparos y resistencias a la calidad desde esta línea son constantes; cree que oculta más de lo que muestra. ¿Cuál es nuestro modelo educativo, esforzado o complaciente? ¿Con qué modelo nos quedamos? ¿Qué han hecho otros países en cada caso? ¿Reflexionamos sobre el milagro Finlandés? ¿Qué hacen ellos para ser el sistema educativo más exitoso de la OCDE? En un próximo artículo analizaremos las peculiaridades de l as escuelas finlandesas y las compararemos con las españolas.

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