El carbón, al borde de la asfixia
Lo más claro y contundente de la jornada de aye r, en la que el sector minero tenía la vista fija en Bruselas, es el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que presentará en los próximos días la Hullera Vasco-Leonesa y que afectará a 471 de los 543 trabajadores de su plantilla. Con el anterior ERE que afectó a las contratas ya son un millar de trabajadores los afectados en la HVL. La compañía arguye «causas objetivas de carácter productivo» lo que, en lenguaje más claro y directo, equivale a un -˜hasta aquí hemos llegado-™ tras haber hecho frente durante meses con fondos propios a una creciente falta de liquidez.
Si se suman los 2.000 trabajadores del Grupo Alonso incursos en expedientes similares y los de Viloria tenemos ya a más de 3.000 trabajadores en la picota. Esta es la cruda realidad, el drama que no puede pasarse por alto en las instancias comunitarias y que deberían tener bien interiorizado los miembros del Comité de Representantes Permanentes (Coperer) que ayer mantuvieron un tenso debate.
En esta reunión, preparatoria del decisivo Consejo de Europa del próximo día 10, Bélgica, Holanda, Suecia y Dinamarca, junto con el Colegio de Comisarios (del que forma parte el socialista Joaquín Almunia), volvieron a exigir el cierre irrevocable de las minas en el mejor de los casos en el 2018. Resulta por lo menos curioso que países como Holanda o Dinamarca invoquen argumentos medio ambientales cuando Holanda genera con el carbón que importa el 22% de la energía que consume y Dinamarca el 48%. Frente a ellos, España, Alemania, Hungría y Rumanía exigen soluciones menos lesivas para un sector que, hoy por hoy, es vital.
El encuentro de ayer acabó en tablas. Al final se deja en manos del Colegio de Comisarios el estudio de una nueva propuesta que sea más afín a los criterios del Parlamento Europeo y que debería presentar el día 8. Pero el calendario sigue su curso y el día 10 será el Consejo de Europa («consejo de ministros») el que decida. Mal pintan las cosas, no conviene engañarse. La UE no apuesta por lo que, paradójicamente (recuérdese la CECA), está en sus orígenes y en su identi dad: el carbón.