CRÓNICAS BERCIANAS
Supervivientes
A hora que no hay cadena televisiva que se precie que no incluya en su parrilla un programa dedicado a la ardua tarea de cruzar el desierto de Atacama con un paquete de chiles para refrescarse o reconocer el Polo Norte de cabo a rabo con una lata de sardinas a prueba de osos, no acabo de entender cómo no se le ocurre a ningún directivo catódico producir un «supervivientes» de corte mucho más doméstico y popular. Estoy harto de contemplar al asqueroso Bear Grylls zamparse las heces de todo tipo de animales en los lugares menos amables del planeta y de verle rehidratarse compulsivamente con su propia orina. Con la que está cayendo yo al menos -”no sé ustedes-” es altamente improbable que vuelva a repetir un crucero por el Pacífico y acabe como náufrago en una isla ignota donde no tenga otro remedio que seguir las escatológicas recetas de supervivencia de Grylls, de Frank de la Selva o de otros émulos televisivos de esa jaez aventurera.
Visto el camino de amargura por el que nos guía el timonel del Bernesga, entre otros, resultaría más provechoso y mucho menos repulsivo que nos enseñaran cómo se plantan patatas, pimientos o lechugas, cómo se ordeña una vaca o cómo se sangra a un gocho. Porque yo sé que aún hay gente por ahí que todavía piensa que las patatas nacen en el paquete de tortilla precocinada del Carrefu, pero en realidad no es así. El Consejo Comarcal del Bierzo acaba de clausurar un curso para formar teitadores, canteros... Y el presidente comarcal ha reclamado más fondos para proseguir en esa línea de progreso. Me asusta. Pero vamos a tener que ir pensando -”y con 426 euros menos, más-” en retornar al leiro, a la huerta, al pueblín para cultivar la autarquía de otra época de tintes asaz oscuros. Y lo peor es que la mayoría no somos capaces ni de cruzar como es debido un paso de cebra.
Va a haber que enroscarse la boina frente al Google para conocer en cuatro pasos cómo resistir con una plantación de repollos y cuatro pitas y cómo tratar los callos de la palma de las manos. No vaya a pasarnos como a ese neófito candidato comarcano, que llegó hace poco a la selva preelectoral con su sahariana y su salacot impolutos, creyendo que la travesía sería un paseo con una mochila cargada de conguitos de chocolate, y que ahora se está dando cuenta de que se la están semillenando de tarántulas.