IRREVERENCIAS
Alarma
Me ilustra David, un joven historiador, que en el siglo XI los banqueros atendían al personal en una mesa de madera denominada banca. Si se arruinaban debían dejar libre su sitio en la feria y rompían esa banca. Ese es el origen de la bancarrota. Situación a la que, si alguien no lo remedia, están deslizándose por los rápidos del río de la crisis no pocos comerciantes que ven como su barcaza se acerca peligrosamente a las cataratas, sin héroe a la vista que les libere en el último suspiro, o incluso antes, ya que seguro que no necesitan tanta emoción. Los navegantes-comerciantes leoneses están intentando variar el rumbo de la balsa con todo lo que pueden, incluso abriendo sus comercios algunos días hasta las 22 horas. Puede ser buena idea que, quizás, hubiera mejorado si no se quedaran en emular a las grandes superficies y hubieran sido todo lo atrevidos que se pueda, abriendo hasta las 24 horas, por ejemplo, aunque comenzaran a las 11 ó 12 de la mañana. Pero la cuestión de fondo no es esa. Que puede ayudar: sí; que puede solucionar: no.
Desconozco el dato, si es que hay herramientas objetivas para averiguarlo, de cuánto hay de sicológico en la disminución del gasto de las familias. Algo que se podría paliar con medidas como las anunciadas por el comercio leonés, imitación trémula de lo hecho en otras ciudades. La cuestión está en que da la impresión que el mayor porcentaje parece corresponder al dinero que no hay. Y ya dijo el sabio andaluz: que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Y es que no es posible gastar más cuando hay menos, eso para los más afortunados. Para los más desgraciados, que son ya legión, el gasto sí se incrementa, pero no en el comercio tradicional sino en Cáritas, por ejemplo, que haría la mejor campaña de su vida si fuera una organización con ánimo de lucro.
Ha hecho bien el gobierno en decretar el estado de alarma, pero se equivoca al circunscribirlo a los controladores, ya que toda la población vivimos en un estado constante de alarma que pasa a la fase de pánico si intuimos un posible futuro. ¿Alarmista yo? No. Alarmista el que ha ordenado por decreto una situación en la que, menos los controladores, ya vivíamos el resto de los paisanos.