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León

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Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». ¡Ya! El artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sigue siendo papel mojado. O una utopía. En Francia, el ministro del Interior se ha dirigido a los policías para decirles que no han cumplido los objetivos de expulsión de inmigrantes ilegales y que se pongan las pilas para llegar al 31 de diciembre con «el deber» cumplidos. Algo parecido pasó -"¿pasa?-" no hace mucho en España. Lo que es más grave es lo que discute el Parlamento Europeo y que a esta hora posiblemente haya aprobado.

Se trata de una norma que regulará el «permiso único» de los trabajadores extranjeros en la Unión Europea. No de los irregulares, sino de los que llegan con pasaporte y contrato de trabajo. No de los que llegan en pateras o de forma irregular por las fronteras, sino de los que llegan en avión, incluso, en primera. Desde hoy esos trabajadores no tendrán derecho al mismo salario ni a los mismos beneficios sociales ni el mismo derecho a pensión, protección social y familiar, becas, vivienda, etc., que sus colegas europeos. Los trabajadores extranjeros vendrán a Europa a trabajar bajo las leyes laborales de sus países de origen, como ha denunciado el diputado Alejandro Cercas. Es decir, cobrando lo que cobran allí, con los derechos sociales que tienen allí, sin derecho a causar una pensión pero trabajando como europeos, sean obreros de la construcción, refugiados, autónomos, desplazados, vendimiadores temporales o ejecutivos de alto nivel.

¿Qué ingeniero informático, qué profesor, qué experto va a venir a Europa a trabajar con los sueldos de Pakistán o de Kenia, sin derecho a causar pensión, sin protección social? Pero todos los que son mano de obra barata o de escasa formación se convertirán en los nuevos esclavos europeos del siglo XXI, en trabajadores con menos derechos que sus compañeros, en mano de obra explotada y sin protección. No es un trato justo para la inmigración legal y sí parece una barrera para que no venga capital humano a Europa.

Europa se blinda contra los inmigrantes. Me da igual si lo han aprobado o no. El hecho de que haya sido discutido y que haya llegado al Pleno ya indica claramente por dónde va esta Europa. Y a mí me repugna el rumbo que toma. A Europa no le importa que muchos países violen cada día los derechos humanos: negocia con ellos. Tampoco que haya muchos países donde el salario medio está en torno a cincuenta, cien, doscientos euros al mes o donde los niños son explotados laboralmente. Ahora queremos que quienes emigran a Europa tengan no los derechos del mundo libre y civilizado, de un Estado social y de derecho, sino los no-derechos que sufren en sus lugares de origen. No tenemos vergüenza.