La liebre
En cuesta
Las encuestas son la versión moderna del Oráculo de Delfos. Los políticos acuden a ellas como los paganos en los tiempos en los que Apolo acabó con el dragón que custodiaba la entrada del templo. La sibila ahora es un espectro telefónico en el que se le dice a la que gente lo que piensa, lo que es importante, lo que le interesa. Un bombardeo subliminal en el que se cae en el dilema irresoluble del huevo o la gallina: si la señora Eduviges tenía pensado votar al partido político de su vecino, que es quien alardea de que le llamaron, o vota al partido porque ha visto que es lo que supuestamente dijo. Subirse al carro del vencedor, como lo llaman los expertos, que tienen teorías para explicarlo todo; por eso se llevan tan bien con los políticos.
La modalidad de las encuestas se ha ampliado a la vista de su eficacia. Sirven para conocer cuál es el famoso con el que la gente se iría de cañas o para dilucidar quién debe ser el candidato de un partido político. No pasan de ser armas vestidas de herramientas. Fuego amigo; un eufemismo tonto que en la política adquiere su verdadera dimensión. En León, ya empiezan a aparecer. El PSOE tiene una, algo añeja, en la que advierten a Fernández de que su política de «la calle es mía» se ha quedado en lo mismo que le pasó a quien inventó la frase, que fue Fraga. Por eso sienta la jaima del agradecimiento por vías y plazas. Vecino, soy como tú; pero el paisano ya ha visto que la pana gastada es un recurso de Carolina Herrera.
El PP está un paso más atrás, aunque su encuesta amenaza con ponerle una zancada por delante. Puede interpretarse como un farol, pero se asienta como el recurso con el que estimular el orgullo. El sondeo da un dato clave que no es ni mucho menos una anécdota: Antonio Silván es el posible candidato mejor valorado, sólo por detrás de García-Prieto, que ha sido vetado por Carrasco como número uno pero entrará en lista. Sutil fórmula en la que envolver el regalo que el consejero no se puede negar a aceptar.
Carrasco vuelve a encontrarse en la situación de hace 4 años, cuando tuvo que transigir con Amilivia, el aspirante de Génova, a quien había avisado en aquella fiesta de la vendimia de El Corte Inglés, en plena pugna por la candidatura: «Yo aquí he venido a pisar uvas; si hubiera venido a pisar cojones, me hubiera puesto otras botas».
Tiene mucha afición a los zapatos de tacón de aguja.