Diario de León
León

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L as últimas ocurrencias llamadas a cambiar para siempre la funesta historia de León se cocinaron al tiempo que se oficiaba una misa del Gallo. Todas tienen como nexo, amén de compartir algunos promotores, su gestación en torno a las fechas navideñas. Como La Lastra, ese vértice de avenidas y edificios semi abandonados, construcciones a medias, ciudad huida, que transporta como un De-Lorean a los arrabales de Chernobil el día en el que petó el reactor nuclear. Mientras León entonaba el Noche de Paz edición 2002 y se aprestaba a saludar el Próspero 2003 -”que luego no fue tal, ese tampoco-” un grupo de emprendedores se jugó en una timba el desarrollo urbanístico del sur de León, con un mapa del Catastro por tapete y unos naipes para definir la suerte. El Juzgado de lo Mercantil está atiborrado de expedientes que resultaron de aquella aventura de espíritu navideño.

Aquel fun-fun-fun del 25 de diciembre del 2004 fue testigo de la mutación más increíble a la que ha asistido el mundo empresarial occidental; de cómo unos empresarios que querían mandar sin presentarse a las elecciones, y con el apoyo de los que se presentaban, cambiaron ladrillón por fuselaje en el objeto social de sus negocios y previo sello del registro mercantil -”todo al calor de los focos que engordan el ego-” pasaron a engrosar en unas semanas la nómina de ilustres magnates de la navegación aérea. Desde la impostura tiemblan los pilares de la economía keynesiana. No hace falta recordar el final de aquel cuento de Navidad.

Bajo el narcótico navideño que inunda de estrellitas, paz y polvorones hasta las colas de hambrientos que guardan turno ante los contenedores de basura, se armó otro pozo sin fondo. Operación Profutle, también apadrinada por políticos, que fue trampolín y entrenamiento para aventuras de mayor calado para quienes movían los hilos del cuento navideño como paso previo para llegar a las cuentas de la caja. El paciente leonés está escaldado. Esta Nochebuena, mientras saborea el manjar merecido con el sudor de su frente echará cuentas sobre lo que va a tener que pagar en dos o tres años por el fracaso estrepitoso de la aventura empresarial que se estará gestando en la trasera del Belén. En León, en ese lugar en el que la diferencia entre las lobadas y las pastoradas navideñas pende de matices muy sutiles.

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