Diario de León
Publicado por
JULIA NAVARRO
León

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El 2011 ya está aquí y no sé si recibirle con alivio o llena de prevenciones habida cuenta de que las cosas siempre son susceptibles de empeorar. En cualquier caso el 2010 ha sido un mal año. El año en que la crisis se hizo omnipresente determinando nuestro presente y sumiéndonos en la incertidumbre de lo que nos pueda deparar el futuro. El presidente Zapatero seguramente recordará el 2010 como el peor año de su vida pública. Ha sido el año en que su figura política ha sufrido un deterioro tan brutal que las encuestas señalan que ni siquiera tiene predicamento entre los votantes socialistas y que la buena parte de la ciudadanía le ve como parte del problema y no como una solución a los problemas que nos afectan.

Su gobierno tampoco genera confianza a pesar del -˜efecto Rubalcaba-™, y lo que es peor, en las elecciones municipales y autonómicas que se celebrarán en primavera, muchos alcaldes y dirigentes autonómicos pueden recibir un voto de castigo, no contra ellos ni su gestión, sino contra Zapatero pero en sus propias carnes. De manera que el 2011 no comienza con buenas perspectivas para el PSOE al que los sondeos también auguran que dentro de año y medio perderá las elecciones generales frente a Mariano Rajoy, un candidato que hace unos meses nadie daba mucho por él, y que en realidad sus muchas posibilidades de ganar las elecciones no se deben a que genere ilusión ni confianza sino al deseo de los ciudadanos de que se vaya Zapatero.

Todo esto con el telón de fondo de la subida de la electricidad y del gas, de los trenes de cercanías, con la reforma de las pensiones encaminada a que nos jubilemos más tarde, a los 67 años, y trabajemos más años para tener derecho a una pensión. Amén de otros recortes en el Estado del bienestar del que hemos disfrutado hasta ahora.

Zapatero se ve obligado a hacer una política que es la contraria de la que ha defendido, y para hacer caja se va a desprender de algunas pequeñas joyas que aún conservaba el sector público, por ejemplo los aeropuertos, o la lotería. Añádase el número de parados, la fuga de talento, de jóvenes, al extranjero buscando trabajo, y el panorama no puede ser más desolador.

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