Diario de León
Ponferrada

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Ahora que ha terminado el Año Santo y en Villafranca ha cerrado la Puerta del Perdón, donde ganan el jubileo los peregrinos que no pueden llegar a Santiago, voy a recordar aquí una historia de redención.

El 2 de febrero de 1990, siete sicarios acribillaron a balazos en la Vía del Peregrino al capo de la mafia romana Enrico de Pedis, que siempre estuvo bien conectado con el Vaticano, mientras esperaba a que su amante, Sabrina Minardi, terminara de comprar en una mercería. Sabrina Minardi era prostituta de lujo en la Italia del Banco Ambrosiano. Después de separarse de su marido, el futbolista Bruno Giordano, se acostaba con ministros y capos y hacía crecer la devoción por el sexo de algunos obispos con altas responsabilidades en las finanzas del Vaticano. Todo para seguir disfrutando del champán y los vicios caros.

Emanuela Orlandi tenía 15 años cuando la secuestraron. No disfrutaba de vicios caros porque era hija de un funcionario del Vaticano. Tenía los cabellos largos. Y quería ser modelo. Una tarde, hace 27 años, no regresó a casa al salir del conservatorio y su desaparición se convirtió en otro enredo sin resolver en la madeja de Italia. Y no estamos hablando de una Italia cualquiera. Era la Italia de las Brigadas Rojas y la matanza de Bolonia. La del secuestro de Aldo Moro. Y la de los banqueros muertos; Roberto Calvi, ahorcado tras la quiebra del Ambrosiano, y Michele Sindona, envenenado después de acusar al propio Calvi y al arzobispo Marcinkus, del banco del Vaticano, de participar con él en oscuros negocios.

Italia no ha cambiado. Pero Sabrina Minardi ya no es la misma. No se acuesta con arzobispos, ni banqueros, ni capos. Tiene 50 años y ha contado en un libro que la Magliana, la temible mafia romana, secuestró a Orlandi y la escondió en su casa para chantajear al Vaticano. Querían que Marcinkus les devolviera el dinero blanqueado desde el Banco Ambrosiano.

Sabrina cuenta que a la muchacha le habían cortado el pelo de forma obscena. Y que Enrico de Pedis acabó arrojando su cadáver a una hormigonera tras dos semanas de cautiverio. De ser cierto su relato, los huesos de quince años de Emanuela deben estar sosteniendo las paredes de alguna vivienda en Roma. Los de De Pedis, por el contrario, reposan en una basílica para altos prelados. Y sospecho que no precisamente por haber muerto, acribillado a balazos, en la Vía del Peregrino.

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