Diario de León

TRIBUNA

El Doctor de la Amabilidad

Publicado por
ENRIQUE CIMAS. PERIODISTA.
León

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Sutil, pero persistentemente, cae el frío blanco en las calles de Ginebra. Estamos en los primeros días del año del Señor de mil seiscientos y algo. El obispo, Francisco de Sales, va de portal en portal, de casa en casa, dejando sus hojas catequéticas sobre la única doctrina cristiana, y concretamente sobre la libertad del hombre otorgada por Dios. Una libertad cuyo significado esencial está siendo retorcido, en aquel entonces, por la grave desviación de la herejía afirmadora de que el ser humano -"«perverso en sí mismo»-" carece de autonomía personal y espiritual, de libre albedrío en suma, para eludir un destino predeterminado por el Creador. Francisco de Sales se ha subido a la pequeña elevación de terreno existente en la plaza pública y, pese a la adversidad meteorológica, cientos de personas escuchan las palabras del prelado. Él tiene -"opinan algunos-" una vieja predisposición a la contundencia verbal y gestual; vamos, lo que podría traducirse por un «carácter fuerte». Mas la actitud del obispo evidencia lo contrario. La llovizna helada no importa demasiado a la gente para escuchar la voz amable y cercana de Francisco de Sales diciendo a sus diocesanos cosas como ésta: «La mejor manera de predicar a los herejes, es la de emplear amor en un discurso sustentado en la convicción plena de las criaturas de Dios, que son y se saben libres. Esto es, con completa disposición para elegir el querer o no querer; no hay ni necesidad imprescindible -"añadía San Francisco-" de refutar los desvíos heréticos, basta con apelar al Mensaje de Cristo: la verdad os hará libres»

¿Y por qué San Francisco de Sales es Patrón de los periodistas? Pues por dos razones, en primer lugar porque su constante predicación desde el templo, y también en las calles y plazas, complementada con los cuadernillos que él -y algún piadoso ayudante- confeccionaba, le convertía de hecho en periodista de oficio. Ahí es nada: amar la verdad y a quienes va dirigida (aunque piensen de distinta manera) y plasmarla, y expandirla por medio de la palabra. Además, gran parte de esas hojas cosidas a mano constituían la base y el entramado de un profundo libro titulado Las Controversias .

En segundo término, San Francisco de Sales es Patrón de los periodistas porque así lo acordaron en su día las asociaciones de la Prensa de España, alguna de las cuales proponía a Santa Teresa de Jesús, prevaleciendo la opción del también santo y Doctor de la Iglesia, Francisco de Sales. Una memoria emotiva, en este orden de cosas, es el hecho de que la desaparecida Escuela Oficial de Periodismo, de la calle Génova de Madrid, se llamase Santa Teresa; en la fachada principal campeaba un bello mosaico con la efigie de la mística doctora.

Hoy celebramos, pues, la fiesta de los periodistas. Un gaudeamus instituido en su tiempo por periodistas católicos, sin pretensiones exclusivas ni excluyentes. Desde luego con el propósito de adscribir a todos los profesionales, por la mera razón de serlo. Incluso a quienes quisieran ver esta fecha, de edificante acento salesiano, convertida en conmemoración laicista, incapaz de ir más allá del cocido compartido, al que ni siquiera vamos todos. Y eso que en León hemos tenido últimamente la suerte de contar con presidentes que propugnaron una sincera compactación asociativa.

Al periodismo se le podría definir como desafío para una hermosa aventura en permanente búsqueda de algo, de lo más posible; de todo, si es posible. Y por añadidura, cabría decirse del periodismo que se trata de una profesión en equilibrio inestable para el periodista, afanado, éste, en alcanzar, o afirmar, un puesto de trabajo. Definitivamente, lo periodístico se asemeja a una agridulce golden tersa y jugosa, que en demasiadas ocasiones lleva bicho dentro-¦ Oficio apasionante que es, o debe ser, servicial comunicador, investigador riguroso, y elemento colaborador de la cultura y la moral.

Es una biografía, la de San Francisco de Sales, de ejemplar trayectoria. Se le presuponía, repito, poseedor de un «carácter fuerte», pero luchó con tal denuedo por doblegar o, desmentir, el incómodo sambenito, que ganó la partida por goleada. Buena prueba de ello fue la anécdota de que, al ser declarado por Pío IX doctor de la Iglesia, se le agregase el sobrenombre de Doctor de la Amabilidad. Finalmente, a él se debe el principio contrarreformista de «no atacar, sino convencer; no regañar sino amar». Tuvo prisa en hacer las cosas bien, porque, según afirmaba, empieza a anochecer y el día se va alejando-¦

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