Diario de León
Publicado por
FRANCISCO J. LÓPEZ RODRíGUEZ. PROFESOR
León

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H ace unos meses una conocida comentarista y tertuliana de un medio de comunicación ante una pregunta de: ¿qué condiciones tendría que reunir el próximo presidente del Gobierno para sacar este país de la catarsis en la que está sumido? Contestó: «el próximo Presidente tiene que inmolarse por su país».

Esto puede sonar a una profecía, a un augurio. Es un deseo de muchos españoles, exceptuando ciertos políticos. Porque el político, en general, que tenemos hoy, por lo único que se inmola es por: su suerte, por su vida y por la de los suyos, por crear un status, pero no está dispuesto a perder sus privilegios, luego, no va a inmolarse por el país. Entonces ¿Por qué sigo dando rienda suelta a mis pensamientos, a la opinió n de la calle, de los empresarios, de los jóvenes, de las amas de casa, de los parados etc. etc. de millones de españoles descontentos? Porque en este momento, sólo nos queda la protesta, vociferar, comentar, cabrearnos con todos. Decir, este país está en la ruina. A este país en palabras de un político. «No lo va a conocer ni ¡la madre que lo parió!» Es la palabra vulgar y, ¿las otras?, no son de la opinión de este comentarista, es el resultado del cabreo y, probablemente, ya no hay ni blasfemias, en términos religiosos o, insultos, en términos laicos, que no hayan sido entresacados de ese diccionario propiedad del pueblo llano.

Todos sabemos del coste de Estado, del despilfarro económico de las Comunidades Autónomas, de los cientos de empresas públicas que se han creado en todo el territorio nacional para colocar a los amigos, a los servidores. De las barbaridades cometidas por el Tripartito catalán con sus embajadas, que siguen con el nuevo Gobierno; de los miles de coches oficiales; de los miles de teléfonos públicos a costa del erario para tener informado al jefe o a la jefa de turno o quedar con el amigo o con la amiga, con el compañero, compañera, pareja de hecho, de derecho o del «sumsum corda» o con quien sea.

De todos es sabido los majestuosos edificios levantados para albergar multitud de servicios; palacios reconstruidos para cobijar al jefe, president, presidente, jefe de las Autonomías, multitud de Consejerías, secretarias para que anote en la agenda con quien tiene que reunirse o con quien tiene que cenar, pescar, cazar o a qué hora tiene que levantarse, hacer gimnasia o como tiene que contestar al árabe de turno o al chino del maná. e inclusive el saludo, si se dan la mano o se besan o se agachan o qué costumbres hay en el país de turno..

¿Para qué todo esto?, por el bien del pueblo. Como decía el rey Luis XIV: todo para el pueblo, pero sin pueblo.

Y qué decir de los desbarajustes de los sistemas educativos. Diecisiete formas distintas de educar. Se trata de catequizar a los niños para que mañana logren el objetivo de autodeterminación de las Comunidades Autónomas de: Cataluña, País Vasco, Galicia, Baleares y Comunidad valenciana. Cada Comunidad con el suyo, haciendo de la educación un caos. Pero en qué país existe esta anarquía educativa. ¿Es que en el país más multicultural, multirracial, multirreligioso, hasta doscientas cincuenta formas de religión, del mundo como son los Estados Unidos de Norteamérica, el sistema educativo dice ¿en qué Estados de la Unión hay que impartir: chino, japonés, euskera, catalán, mandarino, árabe y la lengua que hablan los motilones del Brasil, o el quechua, o el guaraní, o el inut?. No, esto no lo harán nunca los americanos, donde todo es posible, menos el guirigay lingüístico. Ni lo permitirán los franceses, ni los ingleses ni los alemanes ni los chinos. Esto sólo se permite en un país que anda al revés del resto del mundo. Que da un paso hacia adelante y dos hacia atrás.

Y qué decir de la Sanidad? Diecisiete sistemas sanitarios. Sanidad de 1ª, Sanidad de 2ª, Sanidad de 3ª. En Cataluña no puede ejercer un extraño o en el País Vasco. Deben saber la lengua de los herederos de Wifredo el Velloso o de los primitivos vascos que habitaban los caseríos y se dedicaban al pastoreo, exportado a principios del siglo XX a las praderas de la gran llanura americana.

El próximo Presidente del Gobierno tiene que afrontar ese reto. Eliminar el gasto superfluo de las comunidades autónomas. plantar cara al despilfarro. Sobran un 30% de funcionarios; un 40% de altos cargos; un 50% de asesores, el Presidente del Gobierno tiene 600; un 50% de consejerías, un 50% de coches oficiales. Un 80% de empresas públicas; un 40% de cargos de libre designación, que no sirven para nada, sí para dar de comer a los suyos, a los que no quieren trabajar el terruño diario, que nunca han hecho nada. Poner veto a los miles de enchufados: hermanos, primos, sobrinos y demás familla, simpatizantes, vasallos del Gran Señor o Señora. ¡Que los economistas hagan números y no estaríamos pendientes de rescate!.

El próximo presidente del Gobierno, si es capaz de afrontar este reto, se inmolará por el país ¿Alguien estará dispuesto? ¿Habrá algún Sócrates dispuesto a beber la cicuta? Si es así. con el tiempo, se inmortalizará y, después de que su espíritu haya emigrado, lo propondrán para elevarlo a los altares o, en términos laicos, le dedicarán un monolito o una plaza o calle con el siguiente epitafio: aquí yace un presidente que se inmoló por su país. En la guerra del Vietnam muchos se quemaron a lo bonzo y el país se liberó.

Como síntesis final podemos recoger la estrofa de un insi gne escritor y mejor español que fue Antonio Machado: «Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra que bosteza. Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón» Cada lector la entienda e interprete como quiera.

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