Diario de León
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ANTONIO PAPELL
León

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E n pleno debate sobre el modelo territorial español, la Fundación FAES, presidida por el expresidente Aznar, ha publicado un informe, «Por un estado autonómico racional y viable», confeccionado por un grupo de expertos encabezado por Gabriel Elorriaga, un personaje moderado y con la cabeza bien amueblada que fue secretario de Estado de Organización Territorial.

La crisis económica, que ha obligado a todos a abrazar un gran realismo, ha permitido calibrar las disfunciones de nuestro modelo autonómico, que es el resultado de un proceso que arrancó del oportunista aunque erróneo «café para todos» de la transición con que la UCD sorteó las procelas golpistas de aquella difícil coyuntura. Hoy, dejando al margen todas las cuestiones identitarias, que deben transitar por otro camino, es constatable un sustantivo despilfarro, en parte estructural -quizá no sea lógico que existan 17 cámaras regionales, 17 defensores del pueblo, etc.-, en parte causado por un desarrollo defectuoso del sistema, que ha provocado duplicaciones y triplicaciones de competencias y gastos. Además, sin perjuicio de que exista entra territorios una saludable competencia fiscal dentro de ciertos límites, no es saludable que haya barreras internas en lo que debe ser un mercado único sin trabas ni rigideces.

Dicho esto, que responde a una percepción i ndudable de la opinión pública, hay que añadir acto seguido que el problema así planteado no tendrá solución si quienes se dispongan a abordarlo no son conscientes de que se mueven en un terreno muy resbaladizo que genera muchas y muy profundas susceptibilidades. La autonomía es ya una realidad entrañada por todos y no sólo por los nacionalistas: el sentimiento autonómico impregna también a las fracciones regionales de los grandes partidos, que interpretarían como un agravio cualquier vuelta atrás de carácter político. Así las cosas, es evidente que el discurso que mantiene Aznar, mucho más radical que el que desarrolla el equipo de Rajoy y que el que impregna el mencionado informe, puede destruir cualquier posibilidad de avanzar en este camino puesto que predispone a todos los actores autonómicos en contra de cualquier cambio. En esta ocasión, la estrategia de intentar contentar al mismo tiempo a los «duros» y a los «moderados» de la derecha mediante dos mensajes diferentes no sirve, ya que frustrará cualquier movimiento. Por decirlo más claro, el ya de por sí improbable pacto PP-PSOEserá imposible si no se aborda el asunto con gran delicadeza, de forma que las nacionalidades históricas vean potenciada su singularidad, en tanto las demás acometen una armonización racional y razonable de corte federal. En definitiva, debemos convencernos de que las formas tienen en este asunto tanto o mayor valor que el fondo.

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