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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Somos plenamente conscientes de que vivimos en un país de chirigota y cascarilla, entristecido además por esa puñetera crisis equiparable al rayo que no cesa. Para alegrar las pajarillas al pueblo de León, nuestro paisano de adopción José Luis Rodríguez Zapatero, considerado por muchos como el Fred Astaire de la política, se sacó de la manga una despampanante terminal para el modesto aeropuerto de La Virgen del Camino, capaz de acoger la friolera de un millón de pasajeros al año. Semejante portento de ingeniería futurista, se dijo, serviría para estimular el músculo financiero de una provincia que está de capa caída.

El apabullante lenguaje de los hechos, sin embargo, es de por sí tozudo y, a día de hoy, apenas unos cuantos vuelos amenizan esta obra faraónica que no presenta un futuro demasiado halagüeño. Y como para muestra vale un botón, ahí tenemos el cierre de la trapa por parte de la concesionaria de la cafetería, poco después de la inauguración de la fastuosa terminal. ¿Las razones? Pues los expertos en economía aluden a eso del lucro cesante o como se diga, que traducido al lenguaje vulgar viene a significar que el local no vendía una escoba debido a la falta de clientes.

Emulando al Indiana Jones que todos llevamos dentro, el otro día me dispuse a tomar un vuelo y, puesto que los senderos del Señor son inescrutables, resulta obligado visitar antes la cafetería para echarte al cuerpo un brebaje caliente o el quitapenas que te permita combatir los terrores atávicos a lanzarte a cielo abierto. Pero me encontré con esa trapa bajada que es todo un símbolo del León que encara a duras penas su flojo presente. Con respecto al aeropuerto poco se puede añadir, salvo que suena bastante mejor el cantante que la canción.