Diario de León
Publicado por
CÉSAR CHAMORRO
León

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Corría 1982 cuando se estrenaba una obra del maleducado Fernando Fernán-Gómez en el Teatro Español de Madrid: Las bicicletas son para el verano , con el genuino Agustín González en uno de los papeles principales. Al tiempo, algunos terminábamos las milicias a pocos metros. A pesar de que aquel verano para conseguir la bicicleta prometida pareció no llegar nunca, ahora en León vivimos en un eterno verano ciclista plasmado en un rebosante carril bici, que lo mismo comienza de la nada que acaba de bruces contra un cubo de basura (Fernández Ladreda). Es el León profundo de una España más profunda que, lejos de abordar los problemas de enjundia, se dedica a oropeles y envoltorios que adornan la caja con un contenido inexistente. Aquí, copiamos y, como ocurre frecuentemente, lo hacemos tarde y mal. Nos apuntamos a un supuesto modernismo y ecologismo de salón sin que se adapten -serán zoquetes- ni el clima, ni los edificios y calles ya existentes, ni el dinero -perdón, la deuda- municipal. Pero es que tampoco se adaptan unos cuantos -también zoquetes- de los pocos ciclistas que usan-no usan el carril bici. Y es que esos algunos -no sé si mayoría o no pero, como todos los zoquetes, se hacen notar mucho-, cuando el recorrido del carril bici se desvía un poco de la línea recta saltan al salvaje carril-coche, y entonces adelantan por la derecha a los insolidarios conductores, se pasan el semáforo en rojo, se suben a la acera porque acortan dos o tres metros, o más, o, eso sí que presta -como decimos aquí-, una vez en la acera salen disparados en la bici cruzando por el paso de cebra mientras te rompes el metatarsiamo al frenar y el epiglótico intentado localizar urgentemente a su padre.

Claro que esto es poco si se compara con el anochecer, cuando empiezan a aparecer ciclistas de bicis oscuras, con luces tan oscuras que no existen, con ropa oscura y en una ciudad oscura, con carreteras-calles oscuras, negras a tramos desde hace meses como la de Carbajal, donde algunos de estos puñeteros zombis de dos ruedas tienen la costumbre de mimetizarse para solaz de l os amantes de películas de terror. Mientras, algunos iluminados municipales arquean las cejas y redirigen la multa al mal aparcado.

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