Los hermanísimos

U n gran i nvento eso de la familia. Con a quel asuntillo de Caín y Abel, la institución empezó con mal pie, pero luego fue remontando. Algunas llevan la vocación política en el ADN y cuando sus miembros escuchan su llamada es como para los elefantes el grito de Tarzán, acuden prestos pues no hay forma de hacerle oídos sordos. El candidato de UPL a la alcaldía de León, Javier Chamorro, tiene un hermano que aspira a lo mismo pero en el Ayuntamiento de San Andrés, y por el PP. Los genes de los Chamorro han tocado a retreta. El líder leonesista, consciente de que el caso despierta suspicacias, incluso cierta coña marinera, ha declarado que Gregorio es su hermano «solo en casa» y que fuera buscará su derrota electoral con el mismo ahínco que la de sus demás rivales. Más raro resulta que en Egipto haya una familia tan numerosa que ha formado ella sola un partido llamado «Los Hermanos Musulmanes».

Al menos aquí los lazos entre ambos candidatos están claros. Tan claros como si se hubieran llamado Zipi y Zape Kamarazov. Más allá de sus lógicas discrepancias políticas, dicen que los Chamorro se llevan estupendamente; no sé si tanto como el dúo Pimpinela, pero tampoco es necesario ir cantándose canciones de amor; no obstante, desde aquí lamentaríamos que por exceso de pulcritud ideológica vieran enturbiados ese afecto que desde infantes se procesan. Si no he entendido mal su declaración al político leonesista: en horario de oficina: leña al mono; después, fines de semana y festivos: café, copa y tute. A mí me costaría cumplirlo. Claro que mi hermano se presenta por un partido distinto al mío y le exijo que me devuelva hasta aquel disfraz de El Zorro que le presté el 12 de mayo de 1964 y que nunca volvió a mi atrezzo. Mi mujer es culé y yo soy madridista, pero no es lo mismo.

Y si salen elegidos alcaldes-¦ ¿las relaciones entre sus municipios serían tan cordiales que caerían en la cursilada?, ¿entrarían en enconamiento digno de culebrón venezolano? Cada familia es un mundo. «¿Cómo quieres el café?», le pregunta amablemen te Gregorio a su hermano. Este le contesta puntilloso: «Como siempre, solo». Y él, molesto: «Ya empezamos con la política-¦» Sí. Un gran invento eso de la familia.