Diario de León
Publicado por
MIGUEL ÁNGEL VARELA
León

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No dejes que la verdad te estropee una buena noticia. La cínica máxima, que contradice el fundamento del oficio periodístico, parece convertirse en dogma de fe de lo mediático transformado en aparato propagandístico e ideológico. Ya sabemos, además, que la verdad es escurridiza, poliédrica y muchas veces incómoda. ¿Para qué entonces el esfuerzo de buscarla? ¿Para qué separar trabajosamente rumor y certeza, intoxicación y hechos, grano y paja? ¿Para qué enfrentarse al espejo de la verdad pudiendo recurrir a alguna brillante teoría de la conspiración universal o a alguna decisión misteriosa del Club Bilderberg?

Estos días hemos recordado que hace treinta años un grupo de nostálgicos de la paz franquista dieron un buen susto a la balbuceante democracia española y aquellas imágenes del tricornio armado en el Congreso de los Diputados las podemos ver ahora reconstruidas por la magia del cine. El golpe de febrero sigue provocando una abundante producción de teorías que escarban en las zonas oscuras y en el comportamiento, no siempre tan digno como se nos ha vendido, de algunos de los protagonistas de aquellos lamentables sucesos. Personalmente me quedo con el trabajo de Javier Cercas, que en «Anatomía de un instante» reconstruye con técnica novelística y espíritu periodístico aquellos hechos, subrayando un dato: el silencio y el miedo que retuvo en sus casas a una población que no dudó en salir a la calle sacando pecho al día siguiente, cuando el peligro ya había pasado y sobraban manos para posar en las pancartas. Parte de la verdad, seguramente, se nos sigue ocultando y por eso seguimos hoy oyendo teorías que adornan más los deseos que las certezas.

Ante la tibieza más lamentable de las democracias europeas, el Magreb está viviendo momentos de cambio acelerado en los que una juventud abundante, formada y desesperanzada, ha usado las poderosas herramientas que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance para iniciar una serie de revueltas populares que amenazan con dar la vuelta a la tortilla totalitaria del norte africano y el Próximo Oriente. No han tardado en aparecer teorías ciegas a la realidad de un pueblo harto y cabreado que ya buscan oscuros intereses de no sé qué servicios secretos, interesado ahora en derribar a los sátrapas a los que han apoyado durante décadas.

Por no ir más lejos, hace unos días, un aficionado a los cotilleos de los corrillos políticos locales me contaba una historia delirante: en las listas todavía no elaboradas del principal partido de la oposición ya se sabía el nombre del candidato (o candidata) que estaría dispuesto (o dispuesta) a traicionar a sus siglas si el Partido Popular lo necesitara. Navajeo de altura en la línea de la conspirativo.

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