Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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En 1912 se cumplirá el centenario del nacimiento del escritor Ramón Carnicer. También el cincuentenario de su viaje a pie por la comarca de La Cabrera, realizado en el verano de 1962.

El viaje dio lugar a un libro, Donde las Hurdes se llaman Cabrera que es, tal vez, el texto más fulgurante escrito en el siglo XX sobre la provincia de León. Y uno de los mejores testimonios de la durísima vida de la España más rural y brava; la más abandonada.

Ramón es autor de una gran obra. Sus veinticinco títulos que abarcan la novela, el ensayo, los cuentos, los libros de viajes, las memorias, la crónica y la filología lo sitúan entre lo más brillante de la literatura española de su tiempo.

Él había sentido muy joven esa vocación, pero la hizo pública cuando ya era profesor de la universidad de Barcelona y una persona notable de la vida cultural de aquella gran ciudad, en la que se afincó muy joven, en 1939. Barcelona, donde trabajó a favor de la justicia y la libertad.

Fue, también, un hombre muy viajero, que compartió su vida con la profesora irlandesa Doireann Mac Dermoth, su mujer desde 1953 y su viuda desde hace tres años. Una larga vida juntos que fructificó en el hijo de ambos, Alonso, periodista y traductor. Carnicer era un gran berciano; yo le he visto emocionarse hablando y preocupándose por su tierra en las largas y felices conversaciones que mantuve con él. Vividas en su casa soleada, silenciosa y llena de libros, en las laderas del Tibidabo.

Fue, igualmente, un hombre universalista. Preocupado por el Tercer Mundo y por la ecología muy particularmente. Fue profesor de la Universidad de Nueva York y fue un gran vecino de Barcelona, ciudad que amaba y donde forjó muchas amistades.

Ramón era valiente ante el poder establecido, ya fuera éste político, económico, académico o cultural. Con su ironía y su perfecto castellano, denunció cuanto consideraba indigno.

Nunca se calló y su modo de comportarse nada tiene que ver con el de muchos escritores actuales, tan solícitos siempre con el poder, del que obtienen innumerables prebendas. Ramón fue siempre un hombre libre.

Injustamente marginado por la Junta de Castilla y León, fue, sin embargo, muy querido por los leoneses, que siempre le manifestaron su admiración. Con todo, queda mucho por hacer. Por situar la obra y la vida de Carnicer donde se merece. En el alto lugar de la literatura. Ramón fue un ciudadano ejemplar. Un referente para la imprescindible ética de cada día. Era enérgico, transparente, curioso, divertido, muy afectuoso. Su gracia y su decir eran tan hijos de la razón como del sentimiento.

Su vida fue un constante sí a la luz; y ojalá su centenario se celebre como corresponde. Las instituciones tienen la palabra.

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