LA VELETA
La sucesión
Ha pasado poco mas de un mes desde que Zapatero pidió a los suyos, en uno de esos saraos que los partidos montan los fines de semana para convencer a los ya convencidos y de paso salir unos minutos en los telediarios, que se dejara de hablar de si se iba a presentar o no como candidato del PSOE en las próximas elecciones generales, para centrarse en las cuestiones que de verdad preocupan a los ciudadanos. Vano intento el del Presidente, porque los suyos no hacen otra cosa que hablar de ello y en algunos supuestos alimentado por el propio interesado como fue el caso de su reciente reunión pública en el Congreso con Bono.
Zapatero ha reclamado para sí la potestad de manejar los tiempos para anunciar una decisión nada baladí para el futuro electoral de su partido. Pero en política, como en otros órdenes de la vida, a veces ese manejo de los tiempos es superado por los cambios que se van operando en el escenario sobre el que se debe de tomar esa decisión. Eso es lo que está pasando en este caso. Por un lado, hay algunos barones regionales del PSOE -fundamentalmente el Presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda y el de Extremadura, Guillermo Fernández Vara- que reclaman a Zapatero que haga pública su decisión cuanto antes, porque temen, y con razón, que en caso de no despejar esa incógnita antes del 22 de mayo, las elecciones autonómicas y municipales en toda España se van a convertir en un plebiscito sobre la persona del actual Presidente del Gobierno, lo cual perjudicaría claramente sus interes es electorales.
Pero también está sucediendo que ante la posible retirada de Zapatero, hay quienes están ya tomando posiciones en la carrera sucesoria. Es el caso de la Ministra de Defensa, Carme Chacón, que para ello ha utilizado un argumento de escasa entidad: España está preparada para que una mujer sea presidenta ha dicho. ¿Alguien había cuestionado este extremo? También es el caso del siempre ambicioso José Bono, perdedor por sólo diez votos ante Zapatero en el Congreso del PSOE de julio del 2000. El expresidente castellano-manchego no ha ocultado nunca sus apetencias de poder, aunque es consciente que en su partido -y así lo pudo experimentar hace once años en el citado Congreso socialista- hay personas de mucho peso que no lo quieren ve ni en pintura. Por último está Rubalcaba, que actúa de «facto» desde hace meses como presidente del Gobierno por mor del poder que acumula y por la forma de ejercerlo. Pero Zapatero no ha dicho todavía su última palabra. Nadie se atreve a aventurar ni el cuando ni el qué dirá. Y el actual Presidente ya ha demostrado con creces en estos años su capacidad de improvi sar, de sorprender y, también, de dejar, políticamente hablando, bastantes cadáveres de compañeros suyos por el camino.