EL CORRO
El mapa de nunca acabar
La retórica huera propia de estos casos presidió un año más los discursos y declaraciones institucionales con motivo del aniversario del Estatuto de Castilla y León, celebración donde se diría que nuestros probos gobernantes descubrieron el Mediterráneo de la vigencia y utilidad del municipalismo. Tal conclusión puede extraerse de pronunciamientos como el del presidente de la Junta, quien al reiterar su compromiso de abordar en la próxima legislatura la ordenación territorial de la comunidad autónoma afirmó que no concibe el mapa de la comunidad «sin los municipios y entes locales». Lo verdaderamente asombroso, pienso yo, es que hubiera dicho que lo concibe sin ellos (2.248 ayuntamientos que agrupan a más de 8.000 núcleos de población diseminados por las nueve provincias).
Pero a mi juicio lo mas significativo es que Juan Vicente Herrera haya dejado pasar diez años, diez, antes de encarar esa ordenación, absolutamente imprescindible para estructurar territorialmente esta Autonomía. Y no será que no se los llevan sugiriendo, un año tras otro, instituciones como el Consejo Económico y Social. Desde la oposición, el PSOE ha estado las dos últimas legislaturas denunciando la falta de ese instrumento y las nefastas consecuencias que acarrea: Despoblación rural y desequilibrios internos. Se le advirtió a la Junta que la nueva Agenda sobre Población caería en saco roto si previamente no se abordaba el mapa territorial, no obstante lo cual el gobierno Herrera tiró por la calle de en medio, posponiendo la asignatura para la próxima legislatura. Y ese mismo handicap es aplicable al Plan de Convergencia Interior, en el 2010 con el agravante de haber reducido su cuantía a la tercera parte de la prevista, en este caso en bochornosa connivencia con los socialistas.
Las palabras más sensatas escuchadas en dicho aniversario salieron del alcalde de Brañosera, la localidad palentina cuya Carta Puebla está considerada como el antecedente más remoto del municipalismo actual. El alcalde vino a decir algo tan elemental como que los municipios, por pequeños que sean, no pueden suprimirse de un plumazo, como por decreto, sino que hay que promover su asociación en torno a entidades con mayor capacidad de gestión que propicien sinergias compartiendo recursos y servicios. Ese camino ya existe y es el de las Mancomunidades, fórmula que tiene muchísimo más recorrido del que hasta ahora se ha explorado. Y a todo esto todos pasaron de puntillas, o simplemente pasaron, de la espinosa cuestión de qué hacer con las diputaciones provinciales, patata caliente que nadie quiere agitar en un momento tan crítico como es el de la elaboración de las candidaturas municipales. Se admite que a las diputaciones hay que echarlas de comer aparte.