EDITORIAL
El caso de Alija, más que una anécdota
No es una simple anécdota lo ocurrido en Alija del Infantado. Al contrario, ilustra sobre la incapacidad de no pocos municipios para olvidar diferencias políticas y gestionar adecuadamente los fondos, siempre escasos, que les ponen en las manos las administraciones. Y, en particular, en este caso, los fondos procedentes del hiperpublicitado Plan E, el ambicioso proyecto anticrisis del Ejecutivo. Un proyecto que nació con el objetivo fundamental de sentar las bases para la creación de empleo en un momento de esclerosis económica pero que acabó convirtiéndose en un rosario de iniciativas de lo más variado y sorprendente: polideportivos de dudosa rentabilidad, parques de monopatines, mejoras en iluminación y en asfaltado de calles y aceras, mejoras en espacios públicos, obras en ermitas e iglesias... Y con el denominador común de generar unos empleos coyunturales, de muy corta duración, mientras el paro crecía a pasos agigantados.
El ejemplo de Alija es lacerante. Algo más de la mitad de lo que correspondió al municipio en el citado Plan E (un total de 158.000 euros) se destinó a la construcción de un centro médico de urgencias al que finalmente se destinaron 128.000 euros al sumarse al proyecto lo correspondiente al equipamiento que corrió a cargo de la Diputación. Una actuación que se materializó después de un largo periodo de reuniones, encierros, protestas y actos reivindicativos que llevaron el nombre de Alija a las mismas puertas de la Delegación de la Junta. Ahora, quince meses después de que concluyeran los trabajos de construcción del centro médico, los vecinos le dan la espalda porque no les gusta su ubicación a la salida de la población. Al ayuntamiento se le ha ocurrido que, de manera provisional, las instalaciones acojan el juzgado de Paz, otro servicio -˜peregrino-™ que lleva bastante tiempo en busca de aposento...
Como en otros muchos municipios, en Alija deberían tener, por encima de otros, un objetivo muy claro de cara al 22 de mayo: limar las divergencias absurdas y garantizar la gestión equilibrada y racional de los recursos. Seguro que los vecinos lo agradecen.