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Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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A estas alturas de la película, ya no podemos confundir el ojo avizor con andar a uvas. Pero es lo que toca. Ver la manera de clarear la maleza, hasta donde se pueda, y tratar de discernir las pesadillas de los malentendidos. Porque llevamos una racha de tropiezos y extravíos como para ir pensando en mudar de receta o cambiar de adivinos. Así que a nadie extrañará que aprovechando el alboroto y la confusión de los carnavales tratemos de retirar la máscara a algunas de nuestras distracciones preferidas. Aunque solo sea por ahorrar energía y poner orden en el panel de calamidades.

Por si no hubiera bastante con las cartas repartidas, cuyo solo enunciado espanta, se incorpora a la función el proceso electoral. Eso supone archivar cualquier tentativa de acuerdo para sumar esfuerzos. Y pasa tanto allí como aquí, sin importar quién lleva las riendas en cada lugar. Desde que la cornisa africana anda revuelta, urge reducir el gasto de energía. Pues muy bien, que siempre conviene la mesura y el ahorro. Dada la coyuntura, incluso pareciera el momento de acordar por consenso las fuentes del sistema energético nacional, para evitar los riesgos de un exceso de dependencia exterior. Pero nadie se apea de su pollino. El debate sigue encallado en los mismos términos de diez años atrás, por poner un plazo sonrojante. Claro que también se podría fijar más lejos, ya que nunca se ha movido.

Y en esas estamos, echando remiendos a las carreteras de alta velocidad. Pero no a los maltrechos asfaltos, sino a la señalización vertical, que ya son ganas. En esta tesitura, lo más gracioso es escuchar al ministro del ramo proponer el apagón de dependencias oficiales a las seis de la tarde, cuando a esas horas, fuera de urgencias, no dan chispa ni los hospitales. En cambio, mira por dónde, las urbanizaciones y polígonos en construcción o todavía vacíos por largo tiempo engordan la factura del contribuyente iluminando la noche. Y a nadie se le ocurre apagar la mitad de las farolas para moderar el gasto.

Abierto el paquete de medidas para el ahorro energético, sorprende descubrir que después de tres años de crisis creciente, lo menos chusco de la propuesta estuviera sin aplicar. No me refiero a las iniciativas de quita y pon, sino a las que caen por su peso. Claro que en esto se repite lo ya visto en el proceso de fusión de las Cajas de Ahorros. Para empezar, se amortizaron oficinas y personal de atención al cliente, mientras se duplicaban consejeros, asambleas, dietas, directivos, asistentes externos y cargos de variada guarnición. Un viaje a ninguna parte siguiendo un peregrino y caprichoso bucle que nos devuelve al punto de partida. De ahí el estupor que nos asalta cada vez que miramos en qué manos estamos.