La opinióndel lector
Ejemplo de taberna
D espués de un rato de trabajo, fuimos a un bar que se llama Pamplona, un sencillo espacio, que fue visitado por el rey de España cuando por estas tierras vino, también a tomar vino. Ahí resuena una peculiar fauna de sabios y bohemios, todas las naciones del Planeta, como cuando nos acercábamos, pues iba hablando con Luis, es decir, caminaba con una enciclopedia móvil y afectuosa, mientras cambiábamos nuestras ideas tan pronto en castellano como en inglés, pasando luego al italiano o al francés e incluso al alemán, en algún fragmento, y hasta el ruso se oyó entre nosotros, según fuésemos conversando sobre autores italianos, franceses, ingleses, etc. En el antro de evasiones, mientras discutía con esta eminencia sobre las partículas hebreas del idioma que leía Cristo y que mi compañero, junto al árabe, releía, apareció en nuestra frugal colación un estudiante aplicado. El afamado profesor charló amistoso con el muchacho que se presentaba como señor feudal de ese mundo, su casa. Yo le hice honores presentándome como Alteza Real, de mis sueños y los ajenos, emperador del interior, y entre carcajadas se pusieron a recitar versos en latín de Horacio y otros tremendos de Quevedo. El saber volvía a reparar los daños cometidos en la torre de Babel y unía a los hombres, mientras otros, necios, sobre sillas parlamentarias, se arrojaban a la cabeza diccionarios que nunca leyeron, usando lo común sólo para insultarse. ¿Será tan bello porque esta taberna está en Harvard?
Ilia Galán. madrid