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Publicado por
CABANAS
León

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A hora resulta que gracias a que un sátrapa sanguinario ha masacrado, torturado y acribillado a miles de civiles como a ciervos en una montería, nuestro ministro ha descubierto que el carbón leonés tiene un valor incalculable como reserva energética de primer orden. Hay que ver qué tornadizo es el mercado y qué iluminaciones nos depara en honor al sagrado templo de la competitividad. Nada como las zozobras del petróleo para descubrir que lo que ayer era gravoso hoy puede ser rentable y que lo sustancial es acatar lo que dicte la especulación y el capricho del dinero. Lo perentorio es sobrevivir y no formular demasiadas preguntas. Que en este mundo todo funcione bajo la sombra de lobbys, intereses financieros y desigualdades monstruosas, es algo que no debe alarmarnos. No hay más cera que la que arde y si ésta también se agotara, a lo mejor habría que celebrar las misas con luces de discoteca. Es una lástima que nuestra remolacha carezca de efectos alucinógenos, porque teniendo en cuenta que, al igual que el tráfico de armas, el de drogas es el negocio más lucrativo que existe, podríamos llenar de oro la provincia. Mi abuelo Cabanas pensaba que bajaba a la mina para dar de comer a sus hijos, pero lo que ignoraba el pobre era que las paladas que sacaba tenían una equivalencia bursátil en el complejo sistema de las finanzas planetarias. Ha tenido que retratarse un dictador agasajado por todos los Presidentes de Occidente (qué vergüenza, señores, qué ignominia), para que ese carbón milenario recobrase su esplendor y maldigamos el crudo aspecto del petróleo. Crudo lo tienen los libios, mucho más que nosotros, pero a todos nos toman el pelo por igual, a ver si vamos aprendiendo un poquito sobre este sainete macabro: el problema no estriba en que no llenemos de gasolina nuestros coches, sino que la mitad de los que ruedan por la carretera sobrarían en un mundo someramente racional. Un mundo donde lo importante sería que nadie pasase frío, y no que la extracción del carbón dependiese de las oscilaciones del brent, o de la miseria de los salarios en Cracovia. Suena a utopía, pero, puestos a elegir una música de fondo, prefiero sus notas a las del concierto fúnebre que gobierna nuestras vidas.