Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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A trapados como estamos en una dinámica de malas noticias, hay que volver a eso tan manido de Houston: oye, tenemos un problema. Porque aquí en León todas las luces de alarma permanecen parpadeando en rojo, debido al lamentable estado y el color reventón que presentan gran parte de las estatuas que deberían aportar belleza y ornato a la ciudad. Según ha quedado reflejado en un reportaje publicado en este mismo periódico, el umbral de tolerancia al sufrimiento padecido por las imágenes de nuestros hombres públicos ha superado todo lo imaginable, como consecuencia de la dejadez y la fea herrumbre que trae consigo el paso de los años. Y no se puede consentir, creo yo, que el panteón local de ilustres quede a merced de esa última gran injuria que es el olvido. Así lo exige la ley suprema del sentido común y el debido respeto a esos hombres que, cada uno en su época y manera, limpiaron, fijaron y dieron esplendor a lo leonés.

Porque si Ángel Barja levantase la cabeza para contemplar el cutre estado que presenta su efigie en el remanso de sosiego y serenidad que es el jardín del Cid, penosamente acompañado por el poeta Rubén Darío-¦ O la mugre que cubre el fiero rostro de Neptuno en uno de los conjuntos escultóricos con más poderío y galones estéticos de la ciudad. ¡Y qué decir del busto de Claudio Sánchez Albornoz, al que se le han caído hasta las letras al pobre! La crisis económica se ha ido cobrando estas nuevas víctimas, asediadas por la perniciosa lepra del tiempo y la desidia burocrática. Un panorama desolador que dice mucho acerca del prestigio que goza el mercado de la cultura en nuestro ámbito. Y además acentúa, a ojos del visitante, esa imagen de un León con ceño fruncido en el que quedan muchísimos rotos por zurcir.

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