LA LIEBRE
Señales
S obran señales. Las ha visto. Se ha extrañado por la calle, pero ha seguido adelante como si nada, como si fuera cosa del rapto que la primavera le hizo al invierno a mediados de febrero. Pero no se trata de eso. Es más grave. No tiene que ver con las gramíneas, ni con el efecto que causa el silbo que baja del lago Isoba cuando contesta al Ausente. Ahora que lo piensa, se acuerda de ese señor que se arrimó el otro día como si le conociera para convencerle de que le entiende, que todo va mal, que podría ser mejor si se hiciera lo que él dice, lo que ya se hizo; aquel sonriente figurante con cara de cartel -”le suena de las fotos del periódico-” que le quiere explicar qué es lo que necesita, cómo le ha mejorado la vida en los últimos cuatro años, que es necesario decir sí para que no le digan que no sus amigos; ese otro despistado aspirante a notarías sin tiempo para estudiar, siempre en medio, que se vende como el necesario embrague para que nada quede en punto muerto-¦ Hay más gente rara por ahí.
De repente, cae en la cuenta de que hac e cuatro años que nadie le llama a casa para preguntarle qué piensa de un vecino. Le suenan los nombres, aunque no todos, pero nunca ha conseguido hablar con ninguno de ellos. Han aparecido carteles con un careto en grandes dimensiones, asociado a una frase que parece sacada de un anuncio de compresas, lista para consumir, dispuesta para que no haya que pensar mucho. ¿A qué huelen las nubes? Siempre le ha parecido estúpido que lo etiqueten, que lo encasillen, que lo traten como masa, pero no hay manera; mientras más le molesta, más lo intentan.
Todavía acaban de pasar las marzas, abril se anuncia como una tormenta interruptus. Hace frío, pero podría ser peor. Sale a la calle para ver pasar el desfile de Carnaval. Lo han adelantado al sábado. Debe ser eso. No existe otra explicación. Hay gente atribulada por la calle con cara de que sus cosas son mucho más importantes que las suyas; quedan menos de tres meses, les ha oído decir. Se pone a pensar. No piensa adelantar la siembra, aunque las patatas del pasado año le salieran pequeñas; no es momento de cambiar de coche, tira de sobra; el pequeño ha suspendido matemáticas, pero seguro que en junio aprueba. No es eso. Entonces, cae en la cuenta. Ha pasado por delante de la cola de la oficina del Inem. ¿En mayo? Claro, las elecciones. Cuánta gente va a ir al paro.