LA GAVETA
Enrique Curiel
E n 1936 Eugenio Curiel era el director del Instituto de Astorga. En aquel centro también era profesor el sacerdote Bernardo Blanco, un hombre liberal, viajado y filólogo que amaba profundamente la literatura. Cuando empezó la guerra civil Eugenio Curiel fue víctima del odio de las fuerzas más reaccionarias de la ciudad episcopal y militar. Lo detuvieron y fue enviado a la prisión de San Marcos, en León. ¿El motivo? Simpatizar con la República. Bernardo Blanco corrió la misma suerte que su director. Y aunque era sacerdote, y ello podría haberle beneficiado dada la evidente influencia de la Iglesia en el bando franquista, el entonces obispo de Astorga, el ultramontano Senso Lázaro, nada hizo por él.
Meses más tarde, el 27 de octubre de 1936 Eugenio Curiel y Bernardo Blanco fueron sacados de la cárcel de León, conducidos con otras personas hasta Villadangos del Páramo, donde fueron asesinados y enterrados en una fosa.
El 12 de abril de 2009 Enrique Curiel Alonso me dirigió una carta amistosa y cercana, en la que me solicitaba información acerca de la familia del escritor Ramón Carnicer.
La carta obedecía a que Enrique Curiel era sobrino del director del instituto de Astorga asesinado y Bernardo Blanco era tío de Carnicer. Enrique sabía que yo había escrito un libro sobre Ramón y buscaba a través de mí contacto con su familia. Le contesté y le pregunté si él, Enrique Curiel Alonso, era el diputado socialista, antaño militante célebre del PCE. Me dijo que sí, me habló algo más de ese vínculo suyo con Astorga y yo le puse en contacto con la viuda de Ramón Carnicer y con su hijo. También le conté que la vocación literaria de Carnicer, su ideología de izquierda y su honestidad y rigor estaban íntimamente unidos al ejemplo de su tío Bernardo, al que tanto amaba y admiraba. Y cuya terrible muerte provocó que Carnicer estuviera treinta años sin volver al Bierzo, donde los falangistas también habían matado a su cuñado Francisco Delás, concejal socialista de Villafranca.
Luego la correspondencia se cortó. A mí me pareció muy raro y le escribí pasado un tiempo; pero Curiel no me contestó. Inesperadamente, hace unas semanas, sí lo hizo, y me dijo que se encontraba mejor de su enfermedad. Y que retomaba sus esfuerzos en defensa de la memoria de su tío Eugenio Curiel. Naturalmente, yo no sabía nada de esa dolencia, y así conocí que su inexplicable silencio estaba motivado por tal circunstancia.
Pocas semanas más tarde ha fallecido Enrique Curiel. Noticia triste que resalta su empeño noble y quebrado por la muerte. Su esfuerzo en defensa de la memoria de su tío, un hombre honesto, culto y bueno. Estoy seguro de que alguien le relevará en tan justa y emotiva labor.