PANORAMA
Guadianas
La sucesión de Zapatero se ha convertido en un guadiana que distorsiona la política de comunicación del PSOE. Este miércoles no hubo manera de que sus dirigentes socialistas, tanto en Ferraz como en Moncloa, lograran explicar la suspensión del acto electoral que el partido tenía previsto celebrar el próximo día 3 de abril en la plaza de toros de Vistalegre (Madrid) sin que la marea especulativa lo relacionase con las intenciones del presidente del Gobierno sobre su inmediato futuro político.
Lo mismo ocurrió con un corrillo que se formó en los pasillos del Congreso de los Diputados en el que se cruzaron información el presidente Zapatero y el líder del principal partido de la oposición, Mariano Rajoy, en presencia del presidente del Congreso, José Bono, y el responsable de política internacional del PP, Jorge Moragas. Tampoco hacía falta ser un lince para relacionar este encuentro no concertado previamente con los acontecimientos de Libia, sobre los que planean no pocas decisiones de la comunidad internacional, algunas de las cuales necesitan del respaldo parlamentario y, por su propia naturaleza, del consenso con el PP. Pero bastó que, a continuación, Zapatero y Bono se reuniesen aparte para que se desencadenarán de nuevo conjeturas de todos los colores sobre el futuro de aquél.
Respecto a la suspensión del acto de Vistalegre, que ya era un clásico, explica la dirección del PSOE que «no hay gato encerrado». Simplemente, se trata de focalizar la campaña electoral que se avecina, por las municipales y autonómicas de mayo, precisamente en los problemas locales y regionales que afectan más directamente al ciudadano. Es sabido que el tradicional acto de Vistalegre fue siempre un clarinazo de reafirmación en clave nacional oficiado por el secretario general, donde el PP y sus dirigentes salían lógicamente mal parados. Volver a hacer lo mismo en este caso no hubiera sido congruente con la decisión del Comité Electoral del PSOE de territorializar la campaña electoral que se avecina, lo cual no anticipa la intención de aparcar a Zapatero, como creen algunos agudos observadores de la actualidad.
Otra cosa es que en Ferraz se anunciase antes la suspensión del mitin que la territorialización de la campaña. O que Zapatero, en el Comité del sábado pasado, volviese a dar claves poco territoriales y muy nacionales para afrontar la campaña del 22 de mayo. A saber: elogio de la vocación modernizadora del PSOE, preeminencia de la marca de partido sobre la figura del candidato y voluntad de ganar las próximas elecciones. Eso sí encajaba con el acto de Vistalegre. Pero al hacerse la corrección en el Comité Electoral, los mensajeros volvimos a quedar descolocados. O sea, se volvieron a crear las condiciones para reanimar el quinielismo sobre el futuro de Zapatero.