Diario de León

FRONTERIZOS

Obviedades necesarias

Publicado por
MIGUEL ÁNGEL VARELA
León

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Obvio: «Muy claro o que no tiene dificultad». Lo dice la Academia. Pero ya se sabe que en este país nos gusta jugar a la contra y por eso lo que debiera ser obvio muchas veces se soslaya, al estilo de lo que dicen que hacía el ensayista Eugenio d´Ors cuando preguntaba «¿Ha quedado esto claro?». «Sí maestro». «Pues oscurezcámoslo». En la web circula un decálogo escrito por el gestor cultural catalán About Rafamilan que titula «Cosas que le pido a un concejal de Cultura». Lo que pide el autor, y que suscribo hasta el punto de fusilárselo, son cosas muy fáciles de cumplir aunque, precisamente por obvias, también fácilmente descuidables. Pese a estar dirigido a un área determinada, su contenido puede hacerse extensivo a cualquier otro departamento de la administración política y como en un par de meses tendremos nuevos responsables de la cosa pública, no cuesta nada difundir estas recomendaciones, no vaya a ser que alguien tome nota.

About le pide a un político algo tan básico como que sea honesto y que actúe como siente y piense sin esconderse en artificios. También le pide que lea, recurso para acercarse al pensamiento diferente y al convencimiento de que no es necesario estar de acuerdo en todo para poder trabajar juntos en algunas cosas. También es bueno que sea capaz de escuchar, no sólo porque nadie lo sabe todo, sino porque tras ese gesto se muestra esa actitud tan escasa de ponerse en el lugar del otro. Le pide también amplitud de miras; que sea capaz de pensar rompiendo límites, delegando en lo urgente y atendiendo a lo importante.

Riesgo y valentía; apuesta por la creatividad; capacidad para reconocer el talento y activarlo, son otras demandas que le pide el bloguero al político. Y, sobre todo, curiosidad, esa cualidad que nos permite investigar, experimentar, aprender: pensar desde la mirada de niño que tiene un mundo por conocer, rechazar el gesto torvo del que cree haberlo visto todo, caldo de cultivo para la medianía y la mediocridad. Esa curiosidad le permitiría implicarse en el desarrollo de una ciudadanía más libre y creativa; menos excluyente y cerrada; más participativa y rigurosa; menos cobarde y encogida; más comprometida y atenta.

Como los mandamientos divinos, todos estas peticiones se resumen en una: la primera obligación de un político es hacer política, en el pleno y hermoso sentido del término, que poco tiene que ver con el degradado concepto hoy imperante. Mantener el contacto permanente con los ciudadanos, conocer sus necesidades, impulsar servicios que las resuelvan, priorizar los proyectos que mejor contribuyan al desarrollo de la comunidad y huir del temible café para todos, de tan nefastas consecuencias. Hacer obvio lo complejo.

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