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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Afirma algún sociólogo, y no le falta razón, que los hábitos de consumo son los nuevos espejos del alma. Y así, en un santiamén, hemos dado un salto desde la Edad de Piedra al computerizado presente. O dicho sea en términos económicos, se ha pasado de esas tiendecitas con solera, de las de toda la vida, a los objetos de deseo que toman forma en los mayúsculos Centros Comerciales que son auténticos paseos de modernidad. El problema radica en que los pequeños empresarios leoneses se encuentran sumidos en un síndrome de taciturna melancolía, justificada por demás debido a la cargante crisis. Se acaban de conocer las cifras recaudadas durante la temporada de rebajas, uno de los platos fuertes del curso anual, cuyo saldo refleja una disminución de seis millones de euros con respecto a las cuentas inicialmente previstas. Otro pequeño fiasco a sumar al cochambroso secarral en que se debate tan agobiado sector.

Por tradición inmemorial, la Semana Santa siempre ha sido un tiempo de cifras de ventas astronómicas y, por tanto, una suerte de bálsamo de Fierabrás a la hora de hacer caja. Por eso mismo, cuando el aire comienza a oler a primavera se renuevan los escaparates y sale a la superficie lo más lucido de cada casa. Toda una batería de caprichos y detalles que tratan de ofertar ilusión, sea desde los estantes de una tienda de viejo a las deslumbrantes instalaciones de las boutiques de tendencias. Dicen los que entienden de esto que las procesiones no acaban hasta que pasa el último santo, así que para cuidar y potenciar el venerable zoco leonés hay que gastarse los cuartos en esos comercios con enorme poder de sugestión, cuyas puertas siguen abiertas de generación en generación, y que cuentan con los galones de lo añejo.

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