Diario de León
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León

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Hay una casa en La Robla cuya fachada está presidida desde hace algún tiempo por un cartel: «se vende». Nada extraordinario a primera vista pero hay una circunstancia que hace singular a esa vivienda situada en el barrio de Las Ventas de Alcedo: allí nació Josefina Rodríguez Álvarez que, cuando murió su marido, Ignacio Aldecoa, adoptó su apellido por razones de amor y admiración. Allí vivió sus diez primeros años, esos decisivos años de la infancia, la escritora y pedagoga que nos dejó el pasado miércoles después de una larga lucha con la enfermedad. La casa de los abuelos, a la que Josefina alude en alguna de sus obras, merecería convertirse en un lugar de encuentro como se ha hecho con otras casas natales de escritores. En esa humilde casa nació una mujer ejemplar que nos iluminó el camino. Deberíamos comprarla entre todos.

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